martes, 3 de diciembre de 2013

The End: Tragedia.



Decidí llamar a Taylor.
-Llamada telefónica-

—¡CANDY!—Gritó suspirando tranquilo.

—Si, soy yo… ¿Podrías…?—No alcancé a preguntar.

—Ya voy para allá, cariño—Dijo Taylor y colgó.

-Fin de llamada telefónica-

Soy su cariño de nuevo, sonreí como estúpida mientras caminaba a la cocina y cogía uno de los lonches preparados por Esmeralda. Lo serví en un plato y caminé de nuevo al living. En el camino me topé con el refrigerador y decidí sacar zumo de naranja y cuando por fin llegué al living, encendí el tv y empecé a ver caricaturas mientras comía.

Se me pasaron los minutos y se me acabó la comida, pero me alegré y recordé que mi vida no era miserable cuando sentí los brazos de Taylor rodeándome en un incómodo abrazo. Mis emociones volvieron a cambiar y ahora me sentía de maravilla.
 
—¿Cómo abriste?—Le pregunté mientras me daba la vuelta en el sofá y lo abrazaba fuerte.  
—Sigues dejando la llave bajo el macillo—Contestó mientras me daba un beso, lo seguí indecisa y cuando lo finalizamos, solté una risita.
—Apesto a lonches—Murmuré mientras Taylor sonreía y me daba otro beso.

—Sabes más delicioso—Susurró mientras acariciaba mi rostro… olvidé por completo que estaba cabreada con él.

—Por cierto, ¿Cómo sabías que dejo una llave ahí?—Pregunté arrugando la frente.
 
—Es fácil sacarle algunos secretitos a Makena—Dijo dándose aires de grandeza. Menos mal no se lo contaba todo.
—¿Ya estás contenta o todavía estás enfada conmigo?—Me preguntó de la manera más tierna de este mundo.

—Pues ya estoy de buen humor… tomar aire me relajó mucho, hasta te extrañé—Sonreí—Creo que debes tener hambre… vamos a la cocina y te comer unos lonches mientras yo guardo otras cositas para que no se dañen—Lo arrastré a la cocina y le serví el par de lonches calientes. Saqué unas bolsas y metí toda la comida que estaba en el refrigerador.

Observé a Taylor comer y luego me ayudó a llevar todas las bolsas al auto. Estaba exhausta y no tenía ganas de hablar… deberíamos comentar aquello de lo que teníamos que pensar y llegar a algún acuerdo, pero este no sería el momento, me sentía tan mal como si me hubiera pasado toda una tarde haciendo ejercicio y caminando. Pero era demasiado obvio que Taylor no se sentía igual…

—¿Qué has pensado?—Preguntó y yo no quise responder—¿Con quién estabas?—Volvió a preguntar y esta vez no se tomó el tiempo de esperar una respuesta—¿Tu hiciste los lonches? ¿Viste a mi hermana? ¿Has vomitado mucho?
 
—¡Despacio, señor desesperado!—Exclamé mientras levantaba las manos—No quiero hablar—Murmuré mientras miraba a la ventana.
—¡¿Ahora resulta que no quieres hablar?! ¡Grandioso!—De repente había empezado a gritar—¿QUÉ ESTA MAL CONTIGO?

—¡NADA ESTA MAL CONMIGO! ¡NADA!—Le devolví el grito—¡SOLO QUE EL IDIOTA QUE AMO ES UN COMPLETO IDIOTA! ESTOY EMBARAZADA Y TODOS ME JUZGAN
 
—¿Soy un idiota? ¿SOY UN PUTO IDIOTA, CANDY?—Me gritó Taylor y no lo vimos venir. Se pasó un semáforo en rojo y todo lo que podía oír eran los estridentes cláxones y gritos. Taylor maniobró para chocarse con un autobús, pero luego sentí un camión de basura besándome las narices.
No sentía nada, solo gritos, cláxones, más gritos, lloriqueos, gritos.
 
—Perdóname—Susurró Taylor cuando sentía que me iba.


POV. Deborah.
 
El teléfono repicó, levanté mi cabeza con asombro y miré el reloj de la mesa de noche. Eran exactamente las 00:50. ¿Quién llama a esta hora? Miré a mi marido y ni siquiera se había movido, ¡Qué buen sueño!  
Me arrastré hasta el corredor donde estaba el teléfono más cercano y por fin logré que dejara de repicar.
-Llamada telefónica-

—¿Diga?—Mi voz salió ronca y fea.

—¿Quién es?—Preguntaron al otro lado.

—¿A quién busca?—Pregunté de vuelta ya haciendo mala cara. No podía creer que se haya equivocado.

—A la madre de…—Se demoraron en seguir—Taylor Lautner—¿Qué pasa?
 
—Es mi hijo, ¿Me puede decir qué es lo que sucede?—Pregunté ahora sorprendida y mi corazón empezó a latir muy deprisa, algo estaba mal.
—La necesitamos ahora mismo en el UCLA Medical Center, Santa Mónica. Su hijo ha tenido un fuerte accidente y ha fallecido—Mi grito desgarrador despertó a Makena y a Daniel. Mi hijo… mi hijo. Lágrimas aterradoras corrían por mis mejillas y no me sentía capaz de hablar. ¡MI HIJO! —Señora, necesito datos de su acompañante, Candy Bluewood. ¿Cómo puedo dar con sus padres? —¿Qué esa vieja no tenía corazón? ¡Me está hablando de mi hijo!
Daniel me miró aterrorizado y cogió el teléfono.  
—¿Candy Bluewood? ¿Qué ha pasado con ella?—Preguntó sorprendido—¡¿Muerto?!—Estaba pálido y comenzó a temblar—Pues somos responsables de la niña—Su voz se quebrantaba y el vacío que sentía dentro de mí no me iba a dejar vivir—¿Muertos los dos?—La voz de Daniel empezaba a fallar—Si… ya vamos—Pudo decir antes de estrellar el teléfono contra la pared.  
-Fin de llamada telefónica-
—Mi hijo—Susurré entre llando—¡MI HIJO!—Gritaba mientras me desplomaba sin encontrar un motivo para seguir viva. Daniel se arrodilló y me encerró en sus brazos mientras sentía como sus lágrimas mojaban mi cabello—Mi hijo—Volví a murmurar mientras me apretaba más a mi esposo y lloraba… lloraba a gritos.

Makena llegó donde nosotros y nos abrazó, de algún modo, la acosté en mis piernas mientras escuchaba el sollozo de todos… el dolor… la ausencia de mis otros brazos fuertes favoritos, mi hombrecito.

—Se ha ido mi hijo—Sollocé mientras apretaba más a Makena.

—Yo nunca te dejaré, madre—Me alentó Makena entre lágrimas y luego explotó en llanto queriendo a su hermanote.

martes, 22 de octubre de 2013

Capítulo 15: Nadie cede.


Estaba recostada en la cama comiendo galletas de mantequilla mientras pasaba canal por canal sin saber qué ver. Taylor entró al cuarto y no se desgastó en mirarme, sacó su chaqueta y volvió a salir de la habitación.

Bufé.

Seguí pasando los canales hasta que llegué a infinito, daban un comercial de un programa que se llama “Hasta que la muerte nos separe” y me doblé de la risa al ver que las mujeres eran quienes asesinaban a sus esposos, ¡Por favor! Es un exceso de demencia.

—¡Mierda!—Grité cuando las galletas se cayeron de la cama y se esparcieron en la alfombra.

—¿Estás bien?—Preguntó un Taylor alarmado en el marco de la puerta. Alcé la vista hacía él y vi que se estaba asegurando de que no me faltara ninguna pieza de mi cuerpo y luego siguió mirándome por seguridad.

—¿Ahora me hablas?—Le pregunté incrédula. Arrugó el rostro y desapareció de mi vista.

—Idiota—Murmuré por lo bajo mientras me tiraba en la alfombra y seguía comiendo galletas de mantequilla. Nada de lo que pasaban por la tv era de mi interés y no sé en qué momento quedé totalmente dormida.

***
Pizzas… ¿De dónde salieron? Habían muchas y yo… ¿Dónde estoy?... en fin, eso no importa. ¡Hay pizza! Tomé un rebanada y empecé a comerla con el mayor de los gustos, olía delicioso, pero un pedazo de orégano cayó en mi pecho. Bajé la vista para tomarlo y estaba vestida de ¿Jamón?

Vale, vale, vale. Esto sí que es raro. Pero entonces, ¿Me estoy comiendo mi vestido? ¡MIERDA! Que está delicioso, joder.
***

El timbre repicó y yo me levanté del suelo como un resorte, tuve que tenerme un poco de la cama para no caerme.

—¡Vaya sueño!—Dije entre risas mientras caminaba hacía la puerta, Taylor también caminaba hacia ella y bostezaba, al parecer, no me notó. Abrí la puerta y era un domicilio.

—Buenas noches, srta—Saludó cordialmente mientras se sonrojaba. ¡Qué bello!

—Gracias, cielo—Le dije mientras le recibía la caja de pizza. Me provocaba morderle esas mejillas rosaditas, era hermoso—¡Él te pagará!—Exclamé mientras salía corriendo a la habitación y daba un portazo, además, por si las dudas, cerré con llave.

—¡No se vale, cariño!—Exclamó Taylor bufando y escuché las risitas del repartidor—No es gracioso—Le dijo Taylor en un tono serio.

—Lo siento, señor—Contestó el pobre mejillas rosas, lo imaginé cabizbajo.

Escuché un portazo. ¡Qué grosero! Ni siquiera se despidió.

Me metí el primer bocado de pizza a la boca y lo saboreé con todas las ganas del mundo, hasta que Taylor empezó a forzar la puerta.

—Candy, no es gracioso. Abre la puerta—Bufó furioso.

—¿Ya no me dices cariño? ¡Pendejo!—Exclamé con la boca llena de pizza.

—No estoy para tus insultos, Candy—Su tonito furioso me estaba excitando.

Espera, ¿Qué? Vale, estoy loca.

—Entonces, ¿Por qué me hablas?—Le pregunté mientras seguía comiendo mi rebanada de pizza.

—Porque quiero pizza—Murmuró mientras volvía a golpear la puerta y yo me sobresaltaba.

—¿Sólo por la maldita pizza?—Le pregunté furiosa—¡Pues métete tu puta pizza por donde te quepa, idiota!—Exclamé mientras abría la puerta y le tiraba la caja en el pecho. No sé cómo hizo para no dejarla caer y luego cerré de un portazo para tirarme de nuevo en la cama.

Pasaron 5 minutos y mi estómago empezó a rugir, al igual que en esos 5 minutos, Taylor cruzó la puerta.

—¿Estás dormida?—Preguntó con una voz melodiosa. No respondí, sólo me quedé en la posición que estaba, pensando en pizza. En el living empezó a sonar mi móvil, algo que nos sobresaltó a ambos.

Me levanté lentamente y luego cuando estuve segura que no hubo ningún mareo, corrí al living en busca de mi móvil.

-Llamada telefónico-

—¿Diga?—Dije mientras me sentaba en el sofá y husmeaba en mi bolso a ver si encontraba algo de comer.

—¿Candy?—Hablaba un hombre.

—¿Eres….?—Lo alenté.

—¿No me recuerdas? —¡Júralo!

—Si te recordase, no te estuviera preguntando—Murmuré mientras encontraba un Snikers y Taylor ya estaba al lado mío mala caroso.

—Soy Rodrigo, estuvimos de juerga hace un tiempo—¿Rodrigo?

—¿Mexicano?—Lo hice reír, se reía bello.

—No, argentino—Me contó risueño y yo empecé a sonreír, ¡Qué simpático! Pero no recuerdo por qué le di mi número.

—Está bien. Pero sigo sin recordarte—Le conté mientras le pegaba el primer mordisco al Snikers y Taylor arrugó más su frente al confirmar que se trataba de un hombre.

—Me lo imaginaba. Pero, te refrescaré un poco la memoria. Makena nos presentó en un encuentro al que se colaron de unos ex alumnos y pues, de ahí nos fuimos a la disco—¡DIOS!

—¿Makena y yo?—Empecé a reírme, debí estar más ebria de lo normal para no acordarme.

—Exacto—Se rio conmigo y Taylor puso sus manos en puños. ¡Será celoso!

—Te lo creo, pues. Ahora, cuéntame, ¿Cómo va tu vida?—Intenté llevar la conversación como si lo conociera de tiempo.

—Bien… muy bien, la verdad. Pero hoy estaba tirado en mi cama y encontré tu número, entonces me dije ¿Por qué no llamarla e invitarla a salir?—Lo sentía apenado.

—Oh, pues me parece bien—Murmuré y le di una tercera ojeada a la Taylor, ni siquiera me miraba a mí, pero sus ojos irradiaban rabia—¿Dónde quedamos? En este momento, quisiera salir a comer pizza, ¿No se te apetece?—Le pregunté mientras me levantaba del sofá y terminaba con mi Snikers.

—¡Me parece genial!—Dijo entusiasmado—Quedemos en la pizzería que queda a dos manzanas de tu casa, ¡¿Sabía dónde vivía?!—Pero esta vez déjame invitar a mí. Aquél día no me dejaste pagar ni un solo trago—Me regañó risueño.

—Tan típico de mí—Murmuré mientras rodaba los ojos—Está bien. A eso de las 6:30 en la pizzería, ¿Vale? —

—Ahí te veo, mamacita—Contestó riendo mientras yo arrugaba la frente, ¿Eso qué significaba?

—Adiós—

-Fin de llamada telefónica-

—¿Quién era?—Preguntó un Taylor enfadado.

—Un viejo amigo—Murmuré mientras seguía mi camino a la cocina y me tomaba un vaso de agua.

—¿Por qué quedarás con él?—Volvió a preguntar en el mismo tono.

—¡Pues porque me ha pedido que quedemos, chico! ¿Cuál es el problema?—Le pregunté sorprendida.

—Que haces planes sin comentármelos, Candy. Ese es el problema—Dijo en tono elevado.

—¿Sabes cuál es el verdadero problema?—Le pregunté incrédula mientras lo estrujaba para poder pasar al living de nuevo—El problema es que no me estás mostrando madurez, ¿Por qué me ignoras? ¿Qué hice mal? Sólo te hice un jodido comentario y ya es como si hubiera sido lo peor, y entonces, metes la pata cuando yo me propongo hacer las paces. ¡ESE ES EL PROBLEMA, TAYLOR!—La última frase se la grité.

—Pero…—No lo dejé hablar.

—Pero nada, Taylor. Estoy dolida y lo sabes… tomaré aire y llegaré pasada la noche, ¿Podrás abrirme o debo llegar a mi casa?—Le pregunté sin mirarlo y recogiendo mi bolso.

—¿Puedo saber a dónde vas?—Preguntó Taylor resignado.

—No, Taylor, no te lo contaré. Te daré tiempo para pensar… deberías hacerlo y yo también lo haré. ¿Puedo llegar a no?—Volví a preguntarle.

—Te esperaré—Murmuró mientras se acercaba.

Lo abracé inconscientemente.

—Te quiero tanto, pero te odio igual—Le dije mientras le robaba un pequeño besito. Abrí la puerta y salí. Cuando estaba en la portería del edificio miré la hora y eran las 5:30. Makena… ¿Por qué no me ha llamado?

Busqué su número en el móvil y la llamé.

-Llamada telefónica-

—¿Candy? —Su voz era de sorpresa.

—Sí, soy yo. ¿Ya no me quieres?—Le pregunté triste.

—¡Claro que sí, tonta! ¿Nos vemos? Debes contarme todo. ¿Llegas ya?—Ahora sí estaba hablando con mi Makena.

—Quedemos en mi casa, deja que ya voy para allá. Llega en 5—Le dije mientras paraba un taxi.

—Te adoro, Candy—Murmuró antes de colgar.

-Fin de llamada telefónica-

Le di la dirección al taxista y en todo el camino estuve con una sonrisa enorme, no había perdido a mi mejor amiga. Cuando el taxista paró en la entrada de mi casa, me bajé con un vacío enorme en mi estómago. Así mi mamá no esté allí, me trae recuerdos feos.

—Llegas tarde—Murmura Candy y me giré en segundos para encerrarla en un asfixiante abrazo.

—También te adoro, pendeja—Le dije mientras le daba muchos besos en la mejilla.

—¿Cómo pasó todo esto?—Preguntó entusiasmada mientras esperaba que yo abriera la puerta. Cuando entramos al living, vimos el desorden que dejamos Taylor y yo, pero no me preocupé en recogerlo, Makena sabía cómo era.

—Tendré que llamar a la aseadora—Murmuré mientras llegaba a la cocina y sacaba un par de sodas, una para Makena y otra para mí.

—¿Cómo pasó?—Volvió a preguntar Makena.

—Sólo pasó. Tu mamá nos dejó juntos aquél día de compras y luego lo violé—Le hice la broma. Se rio con ganas y me hizo reír a mí, mis ojos empezaron a brillar como toda una colegiala.

—¡Mi hermano se dejó! Que pasaditooooooo—Dijo entre risas, lo cual me hizo reír a mí también—No, en serio, cuéntame cómo fue—Me pidió con sus ojitos de ‘lo consigo todo cuando quiero’

—Estom… tu mamá nos dejó juntos en el parking, Taylor me pidió ir a su depto. Primero para dejar sus cosas y luego pasaríamos a mi casa. Pero de camino le confesé que me gustaba y entonces él me contó que el sentimiento era mutuo—Pegué un gritito—Y ya cuando llegamos a su depto y estábamos solos, las hormonas ganaron y pasó lo que debía pasar. El problema fue que teníamos tanto afán de estar el uno con el otro que nos olvidamos de la protección y aquí está el regalo—Murmuré mientras me acariciaba la panza. Me sorprendí por lo rápido que maquiné una historia falsa para engañar a mi mejor amiga, pero me sorprendí más de lo convincente que soné para que ella se lo creyera completito.

—¡Mierda!—Exclamó emocionada—Pero, ¿Y cómo se dieron cuenta que estabas en embarazo?—Preguntó mientras posaba sus ojos insistentes en mí, poniéndome nerviosa.

—Ah, pues… se supone que al sábado debía llegarme la regla y no me vino—¿Qué más puedo decirle?—Ya sabes que son 72 horas para quedar en embarazo y esas 72 horas ya se habían cumplido. Así que se lo comenté, fuimos donde el doc, me hicieron la prueba y salió positiva—Me mordí el labio inferior, ahora podía seguir con la verdad—He estado vomitando mucho, así que me dejaron unas horas retenida y luego nos mandaron donde la ginecóloga para la primera ecografía… de ahí nos fuimos para tu casa a dar la noticia, por órdenes de tu hermano y pues, todo salió mal—Finalicé con un hilo de voz.

Makena hizo un mohín—Siento mucho el comportamiento de mis padres, Candy—Murmuró mientras llegaba y me abrazaba—Seguro ya se les pasará, ellos te quieren mucho—

—Eso espero, Make, eso espero. Sé que actué mal, pero ya no hay vuelta atrás… además, tu hermano está feliz por esto—Volví a ponerme la mano en la panza, YO también debía hacerme a la idea de que esta cosita insignificante también era de Taylor—Yo le pedí que no dejara su universidad, y no lo hará… yo tampoco dejaré la escuela, bueno, sólo la dejaré cuando sea necesario. Aunque debo admitirte que tengo flojera de entrar el lunes a estudiar de nuevo—Makena se rio.

—¡Claro que está contento!—Exclamó emocionada de nuevo—Yo también lo estoy, ¡¡SERÉ TÍA!!—Me dejó aturdida y aquí iban las náuseas de nuevo. Corrí al baño y vomité todo lo que había comido hace unas horas. Lloré, odio vomitar. Cuando me levanté del retrete, Makena estaba en el marco de la puerta con cara de asco.

—Eso es asqueroso, amiga—Murmuró mientras miraba a otro lado.

—Entonces no mires, tarada—Le dije mientras me lavaba los dientes y miraba la hora, eran las 6:20. Tenía exactamente 10 minutos para llegar a la pizzería—¡MIERDA!—Grité—He quedado con Rodrigo a las 6:30. Sé buena y llama a la aseadora por mí, hay que sacar los demonios de aquí—Le saqué la lengua mientras cogía mi bolso—A eso de las 8 menos 5 estoy aquí… quiero llevarme algunas cosas. Si quieres, puedes venir de nuevo, ya sabes que no quiero ir a tu casa—Murmuré mientras le hacía puchero.

—Está bien, llamaré a la aseadora e intentaré estar aquí a las 8—Contestó mientras rodaba los ojos.

—¡Te quiero!—Exclamé antes de dar un portazo y salir casi corriendo a la pizzería. Yo podía ser de todo, menos puntual.

Cuando llegué me senté en una mesa para dos, eran las 6:50 y Rodrigo tampoco había llegado. Sonreí, yo no era la única incumplida. Cuando una chica me trajo la carta, Rodrigo apareció de la nada y se sentó en frente de mí.

—Perdona mi tardanza, el tráfico es una mierda—Me miró sonriente mientras la mesera le entregaba otra carta a él.

¡DIOS! ¿Por qué no me acuerdo de él? Está guapísimo.

Me reí—No te preocupes, no es que yo sea muy puntual—Le comenté en secreto mientras él se reía de mi gesto. ¡Qué chico tan simpático!

Hablamos de lo que pasó esa noche, al parecer, el latino ligaba con Makena, ¡Vaya dos! Y por eso nos habíamos colado en la fiesta de los ex alumnos. ¡Qué juerga la que hicimos! Tanto que sólo recuerdo cuando llegamos. Nos reímos, tanto de mis gestos como de sus ocurrencias, pero entonces llegó a mi esa palabrita que me dijo antes de colgar.

—Oye, ¿Qué significa eso de mamacita?—Le pregunté inocente mientras me metía el último pedazo de pizza a la boca y le daba un sorbo a mi coca cola.

—Es…—No me contestó, sólo empezó a reírse y se ruborizó. Puso sus brazos en la mesa y sus bíceps se contrajeron de una manera tan sexy que no me sentí capaz de retirar la mirada, ¡Por Dios! ¡QUE HOMBRE! —Es como decirte guapa en inglés. Es un halago que los latinos utilizamos para dirigirnos a chicas bellas como tú—Me informó y yo empecé a sonreír como tonta.

—Oh, gracias, supongo—Murmuré aún con la sonrisa plasmada.

—No hay que agradecer, eres hermosa, Candy—Dijo de nuevo mirándome a los ojos, invadiendo mi alma. Eso era algo que solo Taylor podía hacer, dejé mi coquetería y me paré en la raya, haciendo que él también lo hiciera.

—Muchas gracias, Rodrigo, pero me parece que lo mejor para ti es seguir ligando con Makena. Ella es una tipaza y la mereces… yo, simplemente… soy prohibida—Lo último se lo dije en susurro y juguetona, llevábamos buen rato bromeando de esa manera.

—Lo prohibido me gusta—Me dijo en secreto igual y nos empezamos a reír.

—Pero yo no te voy a gustar, Rodri, créeme. Además, ya tengo a alguien… mi novio es el hermano de Makena, así que si llegas a hacerle algo que ella no quiera y tu problema será doble, cariño—Le amenacé risueña.

—¿De veras?—Preguntó sorprendido y a la vez risueño. ¡Qué bien se pasa con este chico! —¿Puedo competir con el hermano de Makena?—Preguntó pícaro.

Me reí.

—No, no puedes… a ver si digieres esto bien—Murmuré no muy decidida en contarle o no—Nunca llegarás a alcanzar los puntos que él lleva porque… porque estoy…—Él me miraba atento y yo, simplemente no me sentía capaz de decirlo… no me gustaba mentir. Aunque… no lo estaba haciendo, este hijo es de Taylor—Estoy en embarazo—Sus ojos se salieron totalmente de sus cuencas—Estoy esperando un hijo del hermano de Makena—Murmuré mientras él todavía seguía estático de la sorpresa.

—Yo…—Empezó a decir, pero no siguió, como si se le hubiera olvidado hablar—Yo no sé qué decir… yo…—

—No tienes que decir nada—Murmuré mientras le cogía la mano para tranquilizarlo—Sé que pensarás que soy una cualquiera que se deja embarazar del primer idiota que le endulza el oído y luego se echa a morir porque tal idiota no quiere saber nada del bebé—Dije hablando de las chicas de la prepa—Esta historia es diferente.

—Entonces, cuéntame tu historia para entenderla—Contestó tranquilo.

—Estom… no, no puedo hacerlo. Es demasiado privada, me gustaría que te conformaras con saber que es diferente y que no me juzgaras, ni que sintieras lástima—Le conté sincera.

—Es algo difícil, pero créeme que nunca juzgaría ni sentiría lástima por una mamacita como tú—Sonreí estúpidamente, de nuevo con su palabrita—Además, estoy segurísimo de que serás una buena mamá—¡QUE BELLO!

Miré la hora y ya eran las 8:30—¡MIERDA!—Exclamé mientras me paraba como un resorte y ahí venía el mareo—Joderrrrrr—Fue inevitable no decirlo—Ya guardaré tu número y espero que hablemos cualquier otro día, ya ando de afán, me faltan unas cosillas por hacer—Le comenté atropellando unas palabras con otras—Cuídate y cuidadito con Makena.

—Cuídate igual, pero déjame llevarte a tu casa—Dijo mientras se levantaba también.

—No, no es necesario. Soy capaz de ir solita—Le dije sonriendo mientras le daba un beso en la mejilla—A parte de todo, no seas perruno y escoge solo a una. No podemos ser las dos, cariño. Recuerda que aquí la mamacita es la preciosura de Makena—Le susurré y él se rió.

—Está bien—No escuché más, salí casi corriendo del local y caminé lo más rápido que pude hasta mi casa.

Cuando abrí la puerta me di cuenta que la aseadora todavía estaba laborando. Pobre, y sobre todo a la hora que le tocó venir.

—Buenas noches, srta—Me saludó amable.

—¡Por favor, Esmeralda!—Exclamé cansada—No me llames así, o ¿A ti te gustaría que yo te dijera Sra. Mendoza?—Se echó a reír.

—Está bien, Candy—Dijo sonriente—En la cocina te dejé un par de lonches de esos que tanto te gustan—Me dijo mientras seguía aspirando la alfombra del living.

—¿DE VERAS?—Grité emocionada, de repente tenía hambre, de nuevo. Salí corriendo a la cocina y cuando olí los lonches, las náuseas llegaron a mí. ¡Ya me había demorado! Empecé a vomitar en el suelo porque sabía que no alcanzaría el baño y Esmeralda llegó casi al instante, recogiéndome el cabello y mirándome preocupada.

—¿Qué tienes, mi niña?—Preguntó asustada mientras llenaba un vaso de agua y me lo entregaba. Yo lloraba como tonta porque no me gustaba vomitar.

—Si te cuento no me regañas, ¿Vale?—Dije mientras respiraba hondo he intentaba relajarme. Esmeralda entrecerró los ojos, sabiendo que no era nada bueno.

—Estoy embarazada—Solté mientras miraba hacia otro lado que no fueran sus ojos.

—¡¿Estás qué?!—Por poco y lo grita—¿Qué chingados te pasa, niñita? ¡Estás loca! Se te cayeron todas las pinches tuercas y tu puta madre ni se esmera en reprenderte y castigarte por lo mal que te portas. ¡Tienes 14 pinches años! —Grité, me molesta cuando habla en español y yo no entiendo nada.

—¡Por Dios! ¿Qué es el acabose?—Dije frustrada—Sabes que me molesta que me hables en español porque no entiendo nada—Murmuré, ella iba a seguir, pero la frené—¡Estoy esperando el hijo que mi mamá iba a matar!—Se lo escupí en la cara—Ella tenía 3 semanas y abortó, pero las cosas no salieron como esperaba y yo llegué a tiempo y… me ofrecí para cambiar de vientre, no lo dejaría morir. Ahora es mi bebé, ahora él no tiene nada que ver con mi mamá—No lo podía creer, pero ya estaba llorando y Esmeralda me encerró en un cálido abrazo materno mientras lloraba conmigo.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Capítulo 14: Difícil.


—¡Mi amor!—Exclama una Deborah emocionada mientras abraza a su hijo y yo me veo obligada a hacerme a un lado.

Náuseas. Náuseas. Náuseas.

—Yo… tengo que…—Balbuceo mientras me pongo la mano en la boca y salgo corriendo al baño de visitas. Taylor observa mis movimientos y cuando cierro la puerta escucho su voz.

—¿Qué hay, mamá?—Dice mientras que yo vuelvo un asco el retrete. El Sr. Daniel me odiará.

—¿Por qué no viniste a almorzar?—Pregunta Deborah con su melodioso todo, el tono que sólo utiliza para hablarle a Makena y a Taylor.

—Porque… ¡Porque les tengo una noticia!... pero, ¿Me guardaste comida, no? Candy y yo morimos de hambre—Dice en un tono más alto para que yo escuche y vomito un poco más.

Después de limpiar el retrete y lavarme los dientes, me quedé un rato sentada en el piso. ¿Cómo tomarían “la noticia”? ¿Qué les diría Taylor? ¿Les contará que me trata como si fuera su mujer? Tal vez que vamos a vivir juntos… ¿Y si dice que ese hijo no es suyo? —¡Joder!—Exclamo para mi sola.

—Cariño, ¿Estás bien?—Dos golpecitos y luego la puerta se abre. ¿Entonces para qué coños tocó? —¿Qué haces tirada en el suelo?

Me ayuda a levantarme—Sólo admiraba la baldosa, idiota—Murmuro mientras me echo una ojeada en el espejo, miro el reflejo de Taylor mientras rueda los ojos.

—¿Todavía estás nerviosa?—Pregunta mientras me abraza por detrás y junta sus manos en mi pansa.

—¿Qué les dirás, Taylor?—Pregunto mientras el mencionado arruga la frente, ahora le molesta que le llame por su nombre.

—Sonaría más bonito “¿Qué les diremos?”, ¿No crees? —¿Acaso importa lo que crea?—Pues, podríamos decirles que esperamos un bebé, que vivirás conmigo, que tienes 3 semanas de embarazo y que ahora, oficialmente, haces parte de la familia Lautner—Siento que mojo mis pantis, tanto de la emoción por lo dulce que es, que por lo seguro que está de confrontar a sus padres por esta locura.

—Te quiero—Susurro mientras me doy la vuelta y le beso los labios. Pero entonces mi burbuja se rompe cuando escucho los saltos y gritos de Makena cuando se da cuenta que su hermano está en casa. Lo encierro en un abrazo y luego salgo del baño, pero Taylor sale detrás de mí y busca mi mano, lo que para los ojos de Makena es nuevo y realmente sorprendente. La entiendo.

Me mira, mira a su hermano, mira nuestras manos. Yo, Taylor, las manos. Yo, las manos, Taylor. Taylor. Yo. Manos.

—¡Para ya! ¡Que me volverás loca!—Exclamo mientras ruedo los ojos e intento soltar la mano de Taylor, pero no me deja.

—¿Ustedes…?—No termina su frase. Manos, Taylor, yo—¡LO SABIA!—Pega un grito que mis tímpanos amenazaron con reventarse, y entonces, saltos. Saltos, saltos, saltos—Te lo dije—Dice emocionada mientras me arranca del lado de Taylor encerrándome en un sofocante y brusco abrazo.

—Make…—No alcanzo a decir su nombre por completo, el mareo llega en segundos y Taylor me quita a Makena de encima.

—Compórtate, señorita. Candy está un poco delicada—Le dice Taylor en tono regañador mientras me pregunta con la mirada cómo me siento. ¡Por favor! Ni que me hubieran hecho quién sabe qué cosas.

—Estoy bien, no pasa nada—Digo mientras levanto las manos a la defensiva—Sólo fue un simple mareo—Deborah sale de la cocina enfadada. ¡MIERDA SANTA! Miro a Taylor alarmada y éste intenta tranquilizarme con otra mirada mientras intenta llegar a mi lado.

—¿Por qué no van a comer? Dijiste que tenían hambre, Taylor Daniel—Después de unos segundo, me doy cuenta que estaba hiperventilando. ¿Estaba enojada porque no comíamos?

¿En qué momento se me había olvidado cómo era Deborah?

—Íbamos en camino, mamá—Contestó un Taylor a la defensiva, luego entrelazó nuestras manos, tragó y volvió a hablar con una voz más gruesa—Debemos decirles algo, ¿Papá está?—Mi estómago se contrajo, pero ya no tenía ganas de vomitar. Me sentía vacía por dentro ¡Lo admito! Tengo miedo y vergüenza.

—¿Pasa algo?—Deborah mira nuestras manos y siento que me estoy muriendo lentamente, me estoy derritiendo como un chocolate en el bolsillo de atrás.

Suspiro—Pasan muchas cosas, señora Deborah—Contesto con un hilo de voz.

—¡HAY GATO ENCERRADOOOOOOOOO!—Grita una Makena más que emocionada y entra a la cocina de salto en salto. ¡Qué hará un salto triple si sigue así!

—Hemos hablado muchas veces del “señora”, Candy. Sabes que eres como de la familia—¡Vergación! Una corriente eléctrica pasó por mi columna. ¡Por favor, que las cosas no salgan mal!

—¿Papá está?—Pregunta Taylor mientras me estrecha la mano dándome apoyo.

—Claro que sí—Contesta un Deborah algo emocionada—Ustedes vayan a comer mientras lo saco de su lugar feliz—Dice mientras se dirige al garaje.

—¡Ay, Taylor!—Exclamo con un hilo de voz. Taylor me abraza y yo empiezo a hiperventilar… sollozo—Estoy asustada—

—Tranquila, cariño—Me encierra más en sus brazos, ahora soy cariño de nuevo. Makena se asoma con un trozo de pan en la boca y nos pica un ojo, contenta.

—Esto estará mal, muy, muy mal—Murmuro mientras entra a la cocina de mala gana. De repente, se me ha quitado el hambre.

—¡Serás pesimista!—Me dice un Taylor juguetón.

—Seré de todo, Taylor. Pero esto no está bien y yo te he metido en esto—Me senté en el puesto que he llevado en esta familia por dos años y Taylor en vez de hacerse en su lado habitual al lado de la silla de su padre, se sienta al lado mío y me da un apretón en la mano.

—Yo quise meterme en esto—Susurra mientras se acerca y me da un beso en el cabello. ¡¿Qué no le importa que Makena esté aquí?! Se escuchan las risitas de Makena y cómo se estira en la mesa para coger otro panecillo.

No, realmente no le importa—¡Vaya dos!—Exclama Makena desesperada de guardar silencio—¡Qué se lo traían bien escondido, par de tórtolos!—Si, realmente, le importaba un bledo.

—Ja, ja, ja—Consigo decir sin saber qué responder.

—¡Hey, hijo! —Siento la voz del Sr. Daniel a mis espaldas y la piel se me pone de gallina.

—Papá—Responde tono en el mismo tono y se levanta a abrazarlo. Giro la cabeza y puedo ver como el Sr. Daniel mira extraño el sitio de donde se ha parado Taylor y cuando dirige su mirada a mí, le regalo una de mis mejores sonrisas junto con un “Hola, Sr. Daniel”

—Te he dicho muchas veces que no me digas así, Candy. Eres de la familia—Mi corazón para por un momento y cuando Makena me pellizca, vuelve a latir.

—De hecho, de eso hablaremos, papá—Contesta Taylor y el vacío en el estómago vuelve. Estoy demasiado nerviosa.

Taylor se sienta de nuevo a mi lado y me sujeta la mano de nuevo. Daniel y Deborah se miran extrañados y se sientan en sus lugares. Sujeto la mano de Taylor y me dejo desvanecer ahí mismo.

—Como le decía a Makena, les tenemos una noticia y pues, no sé qué decir. Estoy emocionado y espero que ustedes también lo estén por mí, además de apoyarme…

Simplemente, no aguanté más, quería que toda la mierda acabara rápido y no lo dejé terminar—Estoy embarazada—Digo con un hilo de voz y me siento como una niña inmadura que se deja embarazar de su novio de 19 años solo para que no la deje.

—¡¿Estás qué?!—Exclama una Deborah más que sorprendida.

—Está embarazada—Responde Taylor con firmeza y a Makena se le cae el panecillo que tenía en la boca.

—¿Y es tuyo, Taylor?—Pregunta Daniel con su voz firme, haciendo que caiga más en la silla.

—Sí, papá, es mío. Es un nuevo Lautner… de hecho, ella también hará parte de la familia…—De nuevo, no me siento capaz de dejarlo terminar.

—Me voy a vivir con Taylor—Murmuro y es Deborah la que responde.

—¡¿Qué tu qué? —¡JODER! ¿A qué se debe todo esto? Ella fue la que nos juntó en el estacionamiento del centro comercial. Entonces, ¿Por qué tanta mierda?

—Estarán bromeando, ¿No?—Dice Daniel y Makena todavía está en shock.

—No, la verdad, no—Consigo decir—Todo esto ha pasado y pues, sólo esperamos su aprobación. Sé que es un poco difícil, pero no imposible. Y así ustedes digan un NO rotundo, nosotros seguiremos con nuestros planes, pero…—

—¿Y qué esperabas, Candy? Realmente me decepcionas, podría esperarlo de cualquiera, pero no de ti. ¡Por Dios!—Deborah me interrumpe—¡Qué eres como mi hija y no me emociona el hecho de que te hayas dejado embarazar! Si me lo hubieras consultado, esto jamás hubiera pasado. Y tú, Taylor. ¡Tú! ¿Qué no te he criado bien? Siempre te dije que no embarazaras a una chica antes de terminar tu carrera universitaria y ¡Mira! Es lo primero que haces. ¡Qué estoy decepcionada de ti también! Agradece, ¡AGRADECE! Que a la que embarazaste fue a Candy y no a otra chica que no consideremos de nuestra familia y AGRADECE que esta es una buena familia que está dispuesta a apoyarlos—¡Qué por poco y le grita que es un hijo de puta, joder!

—Tal vez los apoyarás tú, pero yo no aprobaré esto. No fue lo que te enseñamos, Taylor. Si tu mamá está decepcionada, yo estoy el triple. Esto no está bien… no has terminado tu universidad y el futuro de nuestra empresa está en ti. ¡Qué has metido la pata hasta el fondo! ¿Cómo has sido capaz de embarazar a una chica? ¡¡Qué tiene 14 años!! ¡Dios! —Y tenía que recordarme la edad. ¡Joder, que le diga que es un hijo de puta de una maldita ves!

—¡Está bueno de todo esto! —Exclamo exhausta—Taylor no tiene la culpa… yo…—Iba a meter la pata hasta el fondo y Taylor no me dejó.

—¡Claro que tengo la culpa!—Más mierda en camino—Fui yo el que te pedí que viniéramos. Sabía que no entenderían y sólo te estoy haciendo pasar un mal momento. Discúlpame—Me pidió mirándome tiernamente y dándome un beso en la frente, no le importaba que toda su familia lo estuviera viendo—Y ustedes. Mamá, ¡Por favor! Es Candy, la conoces. ¡Eres mi mamá! Sabías que estaba interesado en ella, sabías que me gustaba hasta la médula y me ayudaste a poder hablar pacíficamente con ella. ¡Me diste consejos para tratarla y enamorarla!.. —

—¡Pero no te pedí que la embarazaras!—Le responde su mamá.

—¡Eso no importa, mamá! No importa. Fue algo que pasó y yo me haré responsable de mis actos. ¡Que la amo y con ella me quedaré toda la vida! El que esté embarazada no es un problema—¿Taylor le había pedido consejos a su mamá para hablar conmigo? ¡Santa vaca! Eso nunca me había pasado por la mente—Terminaré mi universidad, existen clases virtuales. Y papá… si tú me dejas, seguiré siendo el futuro de nuestra empresa. ¡No he metido la pata! Ustedes están más con ella que yo, ¡¿Creen que es una niña de 14 años?! ¡Qué no, joder! No salgas con ese cuentico ahora. Queríamos su apoyo, eso era todo. Pero como siempre, mi mamá es compresiva y tú… al parecer, debemos hacerte reverencia y de mí no lo esperes esta vez. Estaba ilusionado con que me felicitarías, pensé que también creías que había encontrado a la mujer correcta y sigo tus pasos de crear una buena familia. Pero solo vez lo malo y tranquilo, te preocupa más la empresa que la felicidad de tu hijo; así que no te preocupes, tu empresa marchará de maravilla cuando yo termine la universidad—Mi mandíbula cuelga, ¿De veras ha dicho todo eso? ¡Me ama! ¡ME AMA!—La comida estaba deliciosa, mamá. Muchas gracias. Nos veremos luego—Se levanta de la silla y espera a que yo lo haga.

—Pero…—Murmuro indefensa. No quería irme, tenía hambre y ni siquiera habíamos mirado los platos.

—¿Tu mamá lo sabe?—Me pregunta Deborah.

—¿Acaso eso importa?—Pregunta un Taylor exasperado.

—Está en un Hospital Mental—Contesto mientras me levanto con dificultad.

—¡Por Dios!—Exclama Daniel—¿Ella está bien? —Pregunta alarmado.

—Sí, ella está bien. Sólo que… está loca—Contesto como si fuera algo normal.

—¿Podemos irnos, Candy?—Me pregunta Taylor de nuevo.

Miro a Makena que todavía no se hace a la idea.

—Eso creo. Hasta luego, y gracias por tanta comprensión—Me atrevo a ser sarcástica. Agarro la mano de Taylor que me estaba esperando y salimos de su casa. Ya en el auto me desplomo a llorar y Taylor no hace más que acariciar mi cabello. Luego arranca el motor y empieza la marcha.



—Candy, ayúdame a bajarte del auto—Me pide un Taylor moviéndome lentamente para que me despierte. Abro los ojos poco a poco y la jaqueca viene a mí.

—Me duele la cabeza—Susurro mientras siento la boca seca. Me bajo del auto y Taylor me abraza.

—Lo siento—Murmura mientras me llena de besos.

—No tienes por qué—Le digo mientras lo abrazo de vuelta y le beso la mandíbula.

—Claro que sí—Ataca.

—¿Me amas?—Pregunto cuando recuerdo lo que le dijo a sus padres.

—¿Lo dudas? —
—¿Me amas?—Vuelvo a preguntarle.

—¿Lo dudas?—Responde con ese gesto suyo de ‘No lo diré de nuevo’

—¡Sólo responde!—Me exaspero.

—Claro que sí. Amo tus locuras—Me besa y yo me siento mejor.

—A mis locuras, no a mí—Suspiro mientras esperamos el elevador. Taylor ríe.

—¿Qué quieres que haga, Candy?—Murmura mientras deja de reírse.

—Que dejes tu puto orgullo de lado y me digas lo que le dijiste a tu mamá—Digo en el mismo tono que él y me cruzo de brazos de frente al elevador.

Taylor me acaricia los hombros y luego deja caer su peso en mí apoyando su mentón en la curva de mi cuello.

—Te amo, Candy—Susurra en mi odio haciendo que sienta un leve cosquilleo—Te amo. Te amo. Te amo—Repite mientras me encierra en sus brazos.

Me aferro más a él.

—¿No te parece que son palabras muy fuertes?—Le pregunto inocente mientras cierro los ojos y disfruto el momento.

—Acorde al sentimiento—Murmura—¿Tú no me amas?

—Es muy rápido para esto… pero, ¿Cómo no amar a la persona que se jugó toda su familia por mí?—Le cuestiono mientras me giro para mirarle la expresión—Es obvio que te amo. Te amo. Te amo. Te amo—Consigo sacarle una enorme sonrisa que me hace sonreír a mí también y las pocas personas que salen del elevador nos interrumpen.

Subimos al elevador y Taylor oprime el botón. Me recuesto en su espalda y vuelvo a cerrar los ojos. Todo pasó tan rápido… no tuvimos tiempo de una primera cita y ya estamos esperando un bebé… bueno, yo estoy esperando un bebé. Taylor… quisiera que fuera de Taylor.

—Es mío. Ese bebé es mío—Murmura Taylor para sí, pero yo logro escucharlo. ¿Estaba pensado en lo mismo?

—No lo es. ¡Ay, cielo! Yo no quería meterte en este problema… sólo tenías que hacerme el favor de firmar esos tontos papeles y ya—Le hablo tiernamente aún con los ojos cerrados.

—Pues, tienes que ir haciéndote la idea de que sí es mío, ¿Qué te pasa, Candy? ¿Desde cuándo un bebé es un problema?—Se mueve lo que hace que abra los ojos rápidamente y me pare erguida.

—Pues el que tiene que empezar a hacerse la idea serás tú. ¡Que no te había dicho nada y ya estabas repitiendo que el bebé era tuyo! —¡Santa vaca! ¿Lo había dicho?

Taylor me miró sorprendido y abrió la boca, pero nada salió. Yo tenía razón. Las puertas del elevador se abrieron y primero salí yo, esperé a que Taylor abriera la puerta y entré directo al living. Dejé el bolso en uno de los sillones y luego entré a la cocina a tomar agua. Sentí como Taylor tiró las llaves en la mesita al lado de la puerta y luego caminaba a zancadas al living.

—¿Quieres agua?—Pregunté tímidamente mientras asomaba la cabeza por un lado para observarlo.

Silencio.

—¿Quieres agua?—Vuelvo a repetir.

El sonido de grillitos resonaba en mi cabeza.

—¡¿Tengo la razón y sólo te dedicas a ignorarme?! ¡Wow! ¡Buen comienzo, Sr. Lautner!—Hablo un tono más alto—¡Ignórame, idiota!—Exclamo eufórica y cierro el refrigerador de golpe.

sábado, 27 de julio de 2013

Capítulo 13: Esta mierda es difícil.


No de nuevo… por favor… ¡Dios!

—Candy—Escuché el susurro de Taylor. ¿Él está aquí? Abrí los ojos lentamente.

—Creo que he vomitado hasta el pastel del bautizo, joder—Murmuro mientras me limpio los labios con la mano.

—Cariño, juro que si sigues vomitando de esa manera pediré que te inyecten suero—¿Cariño? ¿Realmente me está diciendo cariño?

—¿Cariño? ¿Todavía estoy dormida o en serio me estás llamando así?—Taylor pone los ojos en blanco.

—Definitivamente, aún pareciendo un hermoso zombie sigues con tus estupideces—Empieza a acercarse para apretar el botón y llamar a la enfermera.

—Y ahora soy estúpida—Ruedo los ojos mientras dejo de mirarle, malhumorada.

—¡Qué humor!—Exclama mientras oprime el botón y luego se acerca a la camilla por el otro lado y posa sus manos en mi enredado cabello.

—Todavía no entiendo por qué estoy aquí y me siento tan fatigada—Murmuro mientras intento esquivar su mano, pero Taylor insiste y vuelve a acariciarme.

—De los nervios te desmayaste en el proceso, pero gracias a Dios pudieron terminarlo. ¡Me preocupaste, cariño!—Cariño, de nuevo—Y ahora estás aquí en reposo hasta que te sientas mejor.

Náuseas… movimientos rápidos… corrientes—Esto no está bien—Soy capaz de decir antes de vomitar de nuevo.

—¡Mierda, Candy!—Murmura Taylor mientras vuelve a llamar a la enfermera—¿Estás bien?

—No se preocupe, Sr Lautner—Responde la enfermera con una enorme sonrisa entrando a la habitación—Es normal. Estará así hasta que alcance los 4 meses, no le faltan más que 3 meses y medio para eso—Nos informa la enfermera mientras me toma el pulso y me obsequia unos pañuelos y un vaso de agua.

—¡Mátame!—Exclamo mientras me limpio los labios con un pañuelo.

—Candy—Me reprende Taylor mientras la enfermera ríe. 

—Claro, ahora sí no me llamas “Cariño”, idiota—Murmuro por lo bajo mientras le fulmino con la mirada.

—¡Felicidades!—Exclama mientras me ayuda a sentarme. Creo que busca la manera de distraerme—Son bonita pareja, estoy segura que serán unos maravillosos padres—Alarmada miro a Taylor y él sonríe, sonríe tan ampliamente que estoy segura que sus mejillas duelen. ¿Pareja?

—Gracias—Dice un Taylor orgulloso mientras se para con firmeza a mis espaldas.
—¿Puedo irme?—Suspiro mientras me echo de para atrás y Taylor me sostiene y puedo decir que está rodando los ojos en este momento por el efecto que causó en la enfermera.

—En unos minutos traigo el acta para que su marido la firme y puedan darle de alta—¿Marido?

—Muchas gracias—Y ahora es Taylor el que me mira fijamente y yo le sonrío a la enfermera con el fin de que se largue.

Cuando por fin sale me desplomo en los brazos de Taylor y me siento tranquila al sentir su particular esencia.

—Esto será difícil, cielo—Susurro mientras me aferro a sus brazos y lo obligo a acostarse conmigo en la camilla.

—¿El que sea tu marido?—Pregunta un Taylor picarón.

—No seas pendejo—Le doy un codazo juguetón—Me siento extraña, pero si tú quieres, entonces eso serás, marido—Sonrío mientras le doy un beso en la mejilla, me da vergüenza besarle en los labios después de haber vomitado tantas veces.

—¿Vivirás conmigo?—Pregunta emocionado por lo que escucha. ¿En serio he sido tan abierta?

Arrugo la frente—¿Y tu familia?—Taylor vuelve a poner los ojos en blanco.

—Si quieres, hoy mismo vamos a hablar con ellos—Propone y mi estómago vuelve a contraerse, corro al otro lado de la camilla y vuelvo a hacer desastres. Taylor ríe—Si te disgusta tanto, entonces voy yo solo.

—¡Serás pendejo!—Murmuro mientras me bebo todo el vaso de agua y respondo con un asentimiento—Vamos ya mismo, tengo coraje… solo espero que no me dé culito. Podría jurar que mis piernas en este momento son de gelatina—

—Entonces, ¡A vestirse!—Dice mientras me ayuda a levantarme de la camilla y me da una leve nalgada dirigiéndome al baño, allí encuentro mis prendas, mi bolso y un cepillo de dientes nuevos. ¡Gracias, Dios!

Hice pipi, me vestí y lavé mis dientes por tres veces. Al final, después de echarme un segundo vistazo y ver lo pálida que estaba decido hacerme una coleta y maquillar un poco los ojos… ¿Qué pensará Deborah? Segurito que el Sr Lautner matará a Taylor.

Cuando salgo del baño me encuentro con un par de aseadoras limpiando lo que hice. Pobres, eso lo debería estar haciendo yo.

—Eso es todo—Dice la enfermera mientras Taylor le entrega los papeles—¿Quieren hacer la primera ecografía ya? Perdonen que lo diga apenas ahora, lo había olvidado—Miro a Taylor alarmada y éste me devuelve una mirada tranquilizadora.

—Pienso que sería lo mejor, la primera ecografía alegraría a mamá. ¿Qué dices, cielo? —¡MIERDA! ¿Alegraría a Deborah? Este chico quiere que me corten de a trocitos. Por la expresión que tengo creo que supo lo que pensaba—Hagámosla ya.

La enfermera sin nombre con una sonrisa responde—Entonces, acompáñenme por aquí. No va a tomar mucho tiempo—

Me acerco a Taylor con el corazón en la mano mientras él pasa su brazo por mis hombros y me da un beso en el cabello. Agarro su camisa por detrás y la vuelvo un puño, mostrándome lo más nerviosa que he podido estar en mi vida. Reconfortándome, Taylor posa su otra mano en mi panza en el momento plana y no sé por qué, pero me llena de una emoción tan increíble que mis ojos empiezan a humedecerse.

—Esta ha sido la decisión más loca que he tomado en mi vida—Murmura mientras baja a mi altura y me da un suave y delicado beso en los labios, lo recibo gustosa y poso mi mano encima de la suya, entrelazando nuestros dedos, dándole a saber que hay un nuevo motivo por el que lo quiero tanto.

—Y la mía—Susurro mientras lleno su rostro de besos y luego siento el carraspeo de la enfermera esperándonos en la puerta. Taylor se endereza, agarra mi mano y empezamos a caminar mientras yo me muero de la vergüenza por haber perdido el control con público presente.

La enfermera nos lleva al piso de ginecología y una doctora lo bastante entrometida como para sacarme de quicio de nuevo me obliga a acostarme en la camilla y mostrarle mi plano abdomen. Mientras le hacía preguntas indecentes a Taylor sobre cómo me conoció y por qué me embarazó y además, por qué se ennovió con una niña de 14 años ¡Dios! ¡Cállenla o le doy un par de guantazos! Movía ese aparatico en mi vientre mostrando una figura sin sentido, pero esa cosa sin sentido ahora era mi vida, mi buen motivo por seguir adelante… por lo que espero que Taylor se una más a mí, aunque no tiene ni una responsabilidad ni conmigo, ni con mi cosita sin sentido. Me dolía en el alma, pero esta cosita no era suya.

—¿Mejor amiga de su hermana?—Preguntó la idiota sacándome de la mente a mi cosita.

—Taylor—Suspiré mientras con los ojos le decía que la estrangularía. Taylor rueda los ojos, pero yo sé y él sabe que esa hija de puta lo está martirizando a él tanto como a mí. Le recuerda mi edad y ese es un tema delicado con Taylor. ¡Joder! Esa perra sigue ladrando y mi buen humor junto con mi planificado futuro se irán a la mierda en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Ya está impreso? Lo siento, pero tenemos prisa. Hay que dar la noticia—Taylor me regala una sonrisa reconfortante y sé que está luchando consigo mismo para estar bien.

—Oh, claro. Límpiate con esto mientras les traigo la ecografía impresa—Nos dice la doctora súper emocionada mientras me entrega un par de pañuelos para limpiarme. Empiezo a hacerlo pero Taylor me detiene y lo hace él mientras con sus ojos me recuerda la noche que pasamos ayer. La impresora chilla y rápidamente me cierro el pantalón y me bajo la blusa.

—Estoy nerviosa—Murmuro por lo bajo para que solo Taylor me escuche.
—Todo será rápido y exitoso—Contesta mientras me carga para bajarme de la camilla. ¡¿Qué se le olvidó que sé caminar?! La doctora nos mira con una ensanchada sonrisa y le pellizco a Taylor para que me baje. Sin más palabras, me entrega la ecografía junto con una tarjeta para terapias para embarazadas—Para que conserves ese hermoso abdomen después del embarazo lo necesitarás y vuelve en 4 meses, los estaré esperando deseosa—¡Gracias, Dios! Cuatro meses sin escucharla ladrar. Le regalo la mejor de mi sonrisa y salimos de ahí, prácticamente arrastré a Taylor a la salida. Subimos a su auto y yo me desplomo en el asiento del copiloto.

—Taylor…—Susurro mientras miro por la ventana.

—Te habías demorado—Murmura y sé que está rodando los ojos.

—No te pongas de gracioso—Le pido mientras me armo de valor y le miro esos oscuros ojos—No debes…—

No pude terminar—¡Por favor! Lo hago porque quiero…—Esta vez, yo no lo dejé terminar a él.

—Pero quiero que te quede claro que no es tu obligación, ¿Entendido? —No esperé a que respondiera—Me odiaría demasiado si tu familia piensa eso y peor, si algún día tu llegas a echármelo en cara. Entonces, esta es una locura que yo quise cometer porque…—Suspiro—Debía salvarlo y ahora es mío. Esta cosilla sin sentido es totalmente mía y está en mí—Susurro mientras acaricio mi panza—No quiero que te sientas obligado a nada… simplemente, no lo hagas—Termino con un hilo de voz.

—¿No hacer el qué? ¡Caray, Candy! Ya te he dicho de muchas formas que también quiero. Sé que no es mi obligación, pero yo quiero que lo sea, si eso es importante para ti, entonces será MÍ obligación también. ¡Jamás te lo echaría en cara! Y respecto a mi familia, ya sabremos cómo arreglarlo y si tú me lo permites, aquella cosilla sin sentido como te gusta llamarla también será totalmente mía y quiero compartirte con él, me agrada el hecho de que esté en ti y ¡De nuevo! ¡Mierda! No me siento obligado, yo quiero, Candy, YO QUIERO—Apretaba en volante y aún así iba camino donde sus padres.

—¿Sólo si es importante para mí? Taylor, eso es lo que no quiero—

—¡VALE! Lo acepto, también es importante para mí, por una extraña razón, pero lo es. Entonces no más del tema y no quiero que lo vuelvas a mencionar, me sacas de quicio cuando te pones insegura en lo que a mí respecta, ni que fuera tan impredecible—Siento un cosquilleo en mi estómago de la felicidad.

—Te tomas bien tu papel, marido. Ya estás de mandón—Se ríe mientras frena en un semáforo y se me acerca a darme un beso. Yo lo recibo gustosa y justo cuando el auto de atrás hace sonar su claxon Taylor se separa de mí y comienza la marcha. Yo por mi parte, bajo la ventanilla y le enseño mi dedo del medio al señor malhumorado que va detrás de nosotros.

—¡Candy, por favor!—Exclama un Taylor mientras me agarra la mano y vuelve a subir la ventanilla.

—Es un idiota—Murmuro mientras me cruzo de brazos en modo de berrinche.

—Pues no le pares a los idiotas—Dice mientras dobla la esquina y nos acercamos a nuestra calle.

—¿Estás queriendo decir que no te pare a ti?—Le digo mientras me muero de risa.

—¡HEY!—Grita mientras estaciona en la casa de sus padres—Prometo no volver a ser un idiota—Murmura mientras se acerca peligrosamente a mí.

—Y yo prometo que pasarás el mejor tiempo de tu vida al lado de la mía tan desastrosa—Contesto mientras me enrollo en su cuello y lo beso, buscando que sepa todo lo que estoy sintiendo. Taylor me apreta significativamente y cuando finaliza el beso por falta de aire va bajando su mano hasta mi panza y la acaricia.

—Vamos a darle la noticia a mis padres—Dice contento mientras sale del auto y da la vuelta para llegar a mi lado. Me tambaleo al bajarme del auto y ¡Mierda! Aquí viene el vómito de nuevo.

Vomito en el bonito jardín de entrada que tiene Deborah y me odio por haberlo hecho—Tengo hambre—Digo mientras me incorporo y obligo a Taylor a soltarme el cabello.

—No me sorprende que digas eso. ¡He perdido la cuenta de las veces que has vomitado desde que te levantaste!—Le doy un leve codazo y éste risueño pasa sus manos por mis hombros y entrelaza sus dedos con los míos.

domingo, 14 de julio de 2013

Capítulo 12: Cambio de vida.


Pequeños pero irritantes espasmos recorrían mi entrepierna y sabía que eso se debía al dolor tan placentero que sentí en aquél momento. Empecé a abrir mis ojos lentamente y ¡Toma ya! Estaba encima de un Taylor dormido y protector. No recuerdo cuando fuimos por una manta o cómo llegó ésta a nosotros, pero estábamos totalmente de una manta roja pasión. ¡Qué está perfecta para la ocasión!

Sintiendo su pasiva respiración en mi cabello sé que no fui la única que se sintió en otro mundo, sé que escogí a la mejor persona para descubrir tal mundo de placer y deseo… tan… excitante. Sin querer moví mi pelvis y me di cuenta que todavía estaba ensartada en él, su pene estaba dentro de mí y yo no lo había sentido.

Taylor pasó sus dedos por mi espalda y maldije en mi interior por haberme movido—¿Estás bien?—Sentía su sonrisa.

—Estoy perfecta—Respondí mientras besaba su pecho y sus dedos seguían acariciando mi espalda—¿Estuve bien?—Pregunté curiosa mientras sentía que su órgano se endurecía. ¡Vaya, vaya! Mis pezones se endurecieron al compás de su pene y sentía cómo me dilataba cada vez más mi vagina.

—Estuviste perfecta, preciosa—Susurró mientras luchaba conmigo misma por no remover mis caderas y sentir más profundidad—¿Te ha gustado? —

—¡Joder! Eso ha sido maravilloso, pero, quisiera saber…—No me sentía capaz de terminar mi oración, sentía vergüenza, mi excitación es notoria.

—Quieres saber…—Me alentó a seguir.

—¿Sangré?—Sentía mi rostro caliente de la vergüenza—Sabes que no quise mirar para no alarmarme, pero si me gustaría saberlo—Taylor soltó risitas.

—No, no sangraste, cielo. No quería lastimarte—¡Por favor! No puede arrepentirse en este momento. Si me cabrea, será muy mala jugada de su parte.

Suspiro—Fue la mejor noche de mi vida, evadiendo la situación para haber llegado a esto—Murmuro mientras hago fuerza con la pelvis para hundirme más en él.

—Créeme que la mía también. Eres tan exquisita que quiero más de ti—Susurra en mi oído haciendo que una corriente eléctrica pase por mi espina dorsal y me encorve hasta que su pene roza mi útero. ¡Qué juguete tiene! Llené su rostro de besos y pasé lentamente hasta sus labios olvidándome de mi sensual e inevitable movimiento de pelvis, mordisqueé su labio inferior mientras succionaba suavemente. Jadeante devoraba mis labios mientras posaba sus manos en mi cintura, siguiendo el movimiento de mi pelvis y con un fuerte gruñido me embistió hasta que sus pelotas chocaron contra mis nalgas. Grité de placer y fui a su encuentro pidiéndole más.

Una embestida, dos, tres… diez, once… treinta. Mi cuerpo se arqueaba de placer y de tantos jadeos y gritos no me sentía capaz de buscar sus labios, pero los necesitaba con desesperación. Pude sentirlos besando mis hombros, mis senos hasta que llegó a mi pezón y lo apretó con sus labios logrando que mi garganta se secara y se los enseñara aún más, hizo el mismo movimiento con el otro y mi jadeo lo incitó a una fuerte embestida que me hizo trizas y sentí aquello que anhelaba desde ayer. Espasmos de placer recorrían mi espalda y poco a poco iba cayendo encima de Taylor. Mi loco amor jadeaba satisfecho y supe que obtuvimos el orgasmo al mismo tiempo.

Mientras nuestras respiraciones volvían a la normalidad sentí la presencia de nuestros flujos chorreando por mi sexo empalado. ¿No hubo condón? Me alarmé en décimas de segundos, ¿Qué coño había hecho? Siempre he dicho que la protección ante todo. Espera. ¡Seré idiota! Tendré un bebé en mi vientre en las próximas… levanto mi cabeza por encima del pecho de Taylor y veo que son las 4:40am.

—¡Joder!—Me levanto como un resorte y pego un grito de dolor mientras me inclino para retenerme las piernas como si estuvieran a punto de desprenderse.

—¡Oh, mierda! ¿Te he hecho daño?—Preguntó un Taylor alarmado mientras se paraba y me cogía de la cintura, ayudándome a enderezarme lentamente.

—Duele horrores—Me mofo mientras escondo mi rostro en su pecho. Taylor ríe.

—Creo que me dejé llevar mucho por la excitación y olvidé que apenas empiezas tu actividad sexual—Murmura mientras caminamos al cuarto de baño más cercano. Creo que sería mejor decir camina, porque él carga todo mi peso en sus pies.

—Pero, me ha gustado—Suspiro mientras le ayudo a abrir la puerta—Está tarde, ¿sabes? Tengo miedo—

—Espera, espera, espera. ¿Escuché bien? —¡Qué le den! No estoy para su sarcasmo.

Me bajo de sus pies y entro a la ducha seguida por él. ¡Ay mierda! Estoy desnuda y él también. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza.

—No te pongas así—Me pide Taylor—Eres hermosa y para estar tan niña sabes muy bien cómo moverte en la intimidad—Me da un beso juguetón en la punta de la nariz y yo le pego un codazo.

—¡Dale con lo de niña!—Exclamo frustrada mientras abro el grifo y el agua tibia cae encima de nosotros.

Taylor me abraza.
—¿Tienes miedo?—Pregunta con aquella voz melodiosa y consentidora.

—Si—Susurro mientras me acurruco más en sus brazos—¿Y si me duele?—Pregunté mientas me empezaban a temblar las piernas.

Taylor ríe—Después de que mi pene haya llegado a tu útero, no creo que te duela nada—Murmura mientras empieza a darme besos en el cuello.

—¿Te he despertado la fiebre sexual?—Susurro mientras siento su erección de nuevo.

—Siempre ha estado, sólo que por fin se ha cumplido—Encierra mis labios en un cálido beso. ¡Mierda! Me estoy mojando y no es precisamente por el agua.

—Seguro que tus amigas de universidad te han dado más diversión que yo—Wait, wait, wait. ¿Qué acabo de decir? Taylor para sus labios insistentes.

—¿Celosa?—Pregunta sorprendido.

—¿He dicho lo que dije?—Abro los ojos como si hubiera visto al mismísimo depredador—Creo que le echaré la culpa a los nervios—Murmuro mientras me giro y me embarro en jabón líquido.

—Estás celosa—Confirmó mientras besaba mi cuello y posaba sus manos en las mías y enjabonaba en abdomen junto con los grandes seños. De repente, recordé que lo que me había dicho el día anterior y mis ojos amenazaron con llenarse de lágrimas.

—Taylor—Murmuro con la voz quebrada y él se preocupa, deja mi cuello en paz.

—¿Qué pasa, cielo?—Pregunte lo más alarmado que lo he podido escuchar.

—Si lo harás con otras mujeres… Por favor, por lo que más quieras en este mundo firma los papeles que le dije al doc ayer que firmarías, ¿Si? Sólo necesito eso, luego veré como me las apaño. Pero hazme el favor completo y el daño no será tan grave, seré capaz de superarlo y segurito gente nueva llegará a mi vida. Pero firma esos jodidos papeles, te prometo que no te comprometeré en nada por eso. Sólo harás el papel como su fueras un donante, no tendrás nada que ver con esto—No pude seguir hablando como idiota porque ya tenía lágrimas en los ojos. Taylor me miró desconcertado.

—¿Es enserio lo que me estás pidiendo, Candy?—Pregunta con sus ojos salidos de órbitas.

—Creo que no es mucho, ¿O sí?—Alcanzo a decir mientras me limpio las lágrimas y él me obliga a mirarle.

—¿Por qué piensas que te dejaré por otras mujeres?—Pregunta un Taylor con ojos tiernos, abrazadores.

—¿Cómo que por qué, Taylor? ¡¿Cómo que por qué?!—Digo alterada—Pues porque no puedo darte todo lo que te dan tus amigas de universidad. No puedo entrar a una discoteca siendo menor de edad, aunque no lo parezca, no estoy en la universidad ¡Apenas hago mi primer año de preparatoria! Y como si fuera poco, quedaré embarazada. ¿Qué pensará tu familia?—Murmuro ya apagada—¿Qué dirá Deborah? Está bien que yo haya decidido parar mis estudios por mi futuro bebé, porque será MIO, pero no te engancharé a eso, debes seguir con tu vida y no debo amarrarte… solo… no me siento capaz de hacerlo, me odiaría el resto de mi vida. Tienes mucho que vivir y muchas locuras que hacer en cada bloque de la universidad—Cosa que yo he hecho con uno que otro amigo, pero que nunca ha llegado a extremos.

—¿Te estás escuchando?—Preguntó un Taylor mortificado.

—Estoy consciente de lo que estoy diciendo—Intento dejar de mirar sus avellanos ojos.

—¡Por favor! ¿Crees que te dejaría hacer toda esta locura sola?—Murmura obligándome de nuevo a mirarlo—Sé que puedes darme lo que me dan mis amigas de universidad y mucho más, ¡Eres increíble, Candy! No me importa que no te dejen entrar a discotecas, ¡Pues entonces la pasaremos de vicio en mi departamento! Si, sé que apenas haces tu primer año de preparatoria, y me lo he cuestionado todo el tiempo, me gustas así estúpidamente horrible, pero tu jodida edad no me dejaba actuar, estaba bloqueado. Pero, tu mismita con todo lo que haces y con tus actos que te nacen del corazón me has demostrado que he sido un completo imbécil todo este tiempo y no me permitiré seguirlo siendo—Hace un pausa y lloro como si fuera una declaración de amor. ¡Espera ahí! Lo es, joder—¿De repente te preocupa lo que piense mi familia? ¿Estás enferma?—Me toca la frente, ¡Qué le den! —¿Por qué debe importarme? Yo te seguí en esta locura, de hecho, YO fui quien la empecé, entonces, ¡Juguemos los dos! Pues, todo eso que tengo por vivir lo viviré contigo, no seas tonta, luego puedes volver a tomar la preparatoria y yo no dejaré la universidad o cuando sea necesario podré tomar las clases virtuales, a todo lo encontraremos solución, Candy. No te cierres tanto. Además, ¿Ese bebé tuyo, también puede ser bebé mío?—Pregunta con su voz melodiosa y haciéndome estallar en llanto mientras lo abrazo para nunca soltarlo y asiento con la cabeza.

Fue un gran momento, un gran baño, un gran sexo y muchos besos. Después de media hora ya estábamos en el hospital y me enviaron con el doctor de lentes graciosos que me habló ayer. Taylor y yo le dimos mis datos y cuando vi a mi madre inconsciente en una camilla conectada a miles de aparatos y me pidieron que me quitara la ropa y me pusiera la bata, Taylor me dio un apretón dándome fuerzas y un beso en la mejilla, mientras acompañaba a una enfermera fuera de la habitación. La camilla al lado de mi madre estaba vacía y supuse que ahí estaría yo con las piernas abiertas.

Como me pidieron, fui a ponerme la bata y luego seguí las instrucciones tal cual me pedían las enfermeras hasta que llegó el doctor y mis nervios se cobraron vida propia. El doctor me pidió que me recostara en la camilla y se puso sus guantes de látex. Los ratones se comieron mi lengua y aquel doctor junto con las enfermeras comenzaron a hacer su trabajo mientras escarbaba dentro de mí. Estaba incómoda y el doctor estaba demasiado concentrado en lo que hacía, no quería distraerlo, este es un gran paso en mi vida. Pero entonces, me quedé dormida o me desmayé de los nervios y desespero. ¡Qué me den!

Sentía un mal sabor en mi garganta y mi estómago se contraía, ¡No quiero! Pero entonces ya estaba vomitando al lado de la cama. Cuando pude dejar de hacerlo y las lágrimas empezaron a rodar por mis ojos me di cuenta que estaba en otra habitación, era espaciosa y rosa, un sofá estaba en todo el fondo y tenía un tv enfrente de mí ¡Genial! La puerta se abrió y entra un Taylor emocionado.

—¡Mierda! No mires—Le pido alarmada, pero su mirada va directo al suelo y al ver el desastre que hice corre por una enfermera—¡Idiota!—Susurro mientras rodo los ojos y vuelvo a caer dormida como si me hubieran dopado.

lunes, 3 de junio de 2013

Capítulo 11: También le gusto.


¿Tú qué, Candy. Tú qué?—Dijo con su tono de “no estoy para juegos tuyos” y abría la soda.

—¿Será que puedes dejarme hablar o seguirás de pendejo?—Le pregunté alterada. Acabo de cometer una locura enorme.

—¿Pendejo? ¡Claro! Ahora yo soy el pendejo—Exclamó levantando las manos y golpeando la mesa como si fuera el sufrido de la historia.

—Sí, si eres el pendejo. ¿O no recuerdas lo que pasó ayer?—Le pregunté y por su reacción sé que no era el momento para hablar del tema.

—Candy... —Susurró como si fuera un martirio recordar eso.

—No fue mi intensión—Contesté mientras me acercaba a él.

—Nunca es tu intensión—Murmuró esquivándome.

—¿Vas a seguir así, Taylor Daniel?—Le pregunté mientras daba la vuelta para recostarme en sus piernas.

—La cagas seguido, Candy—Contestó mientras empezaba a juguetear con mi cabello.

—No más que tu—Ataqué mientras le daba un sorbo a mi soda.

—Lo que hice contigo es poco comparado con lo que hiciste hoy—Repuso mientras sentía como se encogía de hombros.

—¿Lo que hiciste tú?—Le pregunté con picardía.

—Ya sabes, lo de besarte y dormir contigo—Contestó nervioso.

Me eché a reír—Eso suena bien comprometedor —

—Candy…—Volvió a susurrar mientras respiraba en mi cabello y ponía sus manos el alrededor de mi cintura, dándome un abrazo.

—¿Qué hice?—Murmuré mientras rodaba los ojos. Sus “Candy” en el aire era regaño fijo, no lo dudo.

—¿En serio no conservas tu virtud?—Me preguntó con un hilo de voz, como si fuese algo demasiado grave.

—¿Tú qué crees?—Le pregunté mientras me zafaba de él y lo miraba directamente a los ojos.

—Puedo creer muchas cosas, Candy—Murmuró sincero.

—Pues sí. Todavía soy virgen, pero no podía decirle eso al doctor, entonces no podría salvarle la vida a lo que pronto será mío—Susurré mientras jugaba con los botones de su camisa.

—Entonces, ¿Cómo le harás mañana con lo del…?—No era capaz de terminar.

—Lo de “mi embarazo” pues creo que eso lo podemos solucionar ya, ¿No crees?—Le pregunté mientras jugueteaba con mis tacones.

—¿Solucionarlo?—Preguntó asombrado como si no estuviera seguro de lo que yo había dicho.

—Creo que eso fue lo que dije—

—¿Te me estás insinuando?—Preguntó más asombrado que antes.

—Taylor, por favor no empieces—Dije mientras tiraba un zapato al living y éste quebraba un jarrón.

—Es lo que estás haciendo, ¿No?—Dijo mientras me estrujaba e iba a recoger los vidrios, teniendo cuidado en no cortarse.

—Esto es difícil para mí, Taylor. Lo sabes perfectamente y no puedes hacerte el pendejo—

Le llevé una bolsa para que pusiera los vidrios y de torpe me corté la mano—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!—Chupé la sangre como una vampiresa intentando que estancara y Taylor se mordió el labio—Tengo 14 años y mañana tendré un bebé en mi pansa, justamente un día antes debo hacer una declaración completa para ser apta para el bebé, ¿Crees que eso no es duro?

—Candy, tienes 14 años—Contestó como si no me hubiera escuchado.

—¿Tiene eso algo malo?—Le pregunté mientras tiraba la bolsa a la basura y daba un sorbo de soda.

—¿Aparte de que eres menor de edad? No, no tiene nada malo—

¿Podría odiarlo un poco más?

—¡Por favor, Taylor!—Casi le supliqué—No me hagas esto, no a mí ¿Si? Es difícil y lo sabes. Pero, ¿No te parece que eres la persona correcta?...

No me dejó terminar—Absolutamente no. ¡Nunca seré la correcta!

—¿Tan poca fe te tienes?—Le pregunté mientras me acercaba a él y me sentaba en el sofá al lado suyo, obligándole a girarse para quedar cara a cara—Me has gustado desde mucho. ¿Recuerdas cuando apenas me dirigías la palabra? Era tan triste, pero soportable ¿Eh? Amo a tu hermana con todo mi ser y sé que eso te dará a pensar que soy igual de infantil que ella, pero, ¿Por qué nunca te dejaste conocerme?, ¿Por qué le dabas golpes tan fuertes a mi edad?, ¿Por qué ahora? ¿Por qué no me dejabas ser yo misma cuando estabas con tu hermana?...

—¡Hey! Son muchas preguntas—Dijo mientras me cogía de las manos—¿Te me estás declarando?—Preguntó haciéndose el gracioso y como era de esperarse, rodé los ojos—Es bonito ¿Eh?—Murmuró mientras reía suavemente—Simplemente, eres menor de edad. No quiero hacer lo que hacen mis amigos de universidad. ¿Quieres que juegue contigo? No quiero ser igual a ellos… sólo no quiero. Y tu belleza junto con toda tu intelectualidad me llevarán a eso, a repetir la historia y… simplemente… es difícil… yo… no quiero—Posé mi dedo en sus labios.

—¿Quieres decir que eres igual a ellos? Solo quiere llegar, quitarme la virtud e ir a presumir que lo hiciste ¿Eso es lo que quieres, Taylor?—Debía estar bromeando—¡Por el amor de Dios! Pensé que eras diferente… Taylor, ¡YO te creía diferente! Pero ¡Mierda! Eres totalmente igual a los demás, ¿Cómo pude enamorarme de ti? ¿Cómo pude creer que eras la persona que hacía terremotos en mi mundo? ¿Cómo pudo gustarme alguien como los demás? ¡Me das asco, Taylor Lautner!—Las lágrimas rodaban por mis mejillas, ¿En serio era como los demás?

Me levanté del sofá y caminé sin mucha prisa hasta mi habitación para luego llegar y tumbarme en mi cama, intentando esconder las lágrimas sin éxito alguno. ¡Qué vida la que me tocó! ¿Qué haré mañana? ¿Quién será el adulto que se encargará de mí y el bebé? ¿Usaré el consolador de mamá para estar apta mañana?

Consolador. Consolador. Consolador.

Empecé a llorar descontroladamente y luego sentí esos decepcionantes brazos que me envolvían.

—¿Quisieras soltarme?—Le pedí amablemente mientras me sorbía la nariz.

—No, no quiero—Contestó mientras me apretaba aún más fuerte.

—Lo haces todo tan difícil, quisiera que te fueras—Susurré.

—¿Eso es lo que quieres?—Preguntó dolido.

—Sí, Taylor. Quiero eso—Sin decir más. Se levantó de la cama y empezó a caminar a la salida, yo lo acompañé hasta la puerta limpiándome las mejillas e imaginándome qué tan regado estaría mi rímel.

Taylor salió sin mirar atrás y yo me quedé ahí parada como una estúpida, dejando que más lágrimas rodaran por mis mejillas.

—¿Sabes qué? Ya no seré el idiota que huye mientras hiere los sentimientos de la chica que le gusta más que dormir hasta tarde e ir de fiesta los viernes en la noche—Su tono era tan seguro que me asustó y segundos después estaba en sus brazos besándolo con pasión.

—¿Te gusto más que dormir hasta tarde?—Murmuré en sus labios mientras me pegaba más a él.

—Realmente sí. Sé disimularlo—

—Pareces idiota—

—Parece que es la única palabra que sabes decirme—

—También sé decirte que te quiero—Contesté mientras lo besaba de nuevo y la ropa empezaba a estorbarnos.

—Eso suena hermoso—Murmuró en mis labios.

Empezó a acariciar mi cintura mientras subía mi blusa lentamente, como con disimulo y yo, por mi lado, comencé a quitar cada botón mientras pasaba la yema de mis dedos por su pecho descubierto. Le ayudé a Taylor sacándome la blusa y este sin mucho esfuerzo quitó mi sostén. Al parecer, lo había hecho muchas veces ¿Debo sorprenderme? Con mucha lentitud mientras reducía el ritmo del beso y todo cada vez se hacía más despacio, Taylor subió sus manos hasta mis pechos mientras los moldeaba con sus manos y sentí una corriente por toda mi columna vertebral.

Dejó de besar mis labios para formar un camino en mi cuello y lentamente fue bajando hasta llegar a mis enormes pechos, sentí una sensación indescriptible, como si hubiera tocado el cielo y bajara con una estrella de pulsera. Lujuriosa reclamé sus labios y sin pensarlo dos veces empecé a imitar su camino de besos hasta llegar a su pantalón, lo desabotoné con los dientes y Taylor abrió sus ojos como platos. Bajé el cierre y con los dientes bajé hasta donde pude el resorte del bóxer y al aire sólo quedó la punta de su órgano. Desde la parte baja de su jean pasé mi lengua hasta llegar a la punta de su pene y besarlo castamente. Cuando me levanté le regalé mi sonrisa de diablura y con unos pequeños movimientos de manos él me ayudó a quitarle el pantalón junto con los bóxer mientras quitaba mi poca ropa.

Antes de que pudiera reaccionar Taylor lamió mi sexo lubricándolo y yo pegué un brinquito mientras me encorvaba dándole la bienvenida hasta que paró y se posó encima de mí.

—Esto dolerá un poco—Murmuró mientras llenaba mi rostro de besos—¿Quieres tomar el control?

—No, quiero que lo hagas tu a tu manera y me sorprendas—Susurré mientras buscaba sus labios—Has que duela menos—Fue lo último que dije después de sentir aquél dolor punzante en mi sexo mientras el órgano de Taylor intentaba entrar hasta en fondo de mi ser.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Capítulo 10: ¿Estoy loca?


—¡¿Qué coño hiciste?!—Le grité mientras buscaba el móvil en mis bolsillos y no lo encontraba. Estaba desesperada y sentía que algo muy malo estaba pasando, aparte de que mi mamá estaba sangrando tirada en el baño. Salí corriendo en busca del móvil cuando lo encontré le di en marcación rápida.

-Llamada telefónica-

—¿Candy?—Preguntó sorprendido.

—¡TAYLOR! Mi mamá—Estaba a punto de explotar en llanto. Sentí como le pegó al freno y el sonido de las llantas quemadas.

—¿Qué pasa con tu mamá, Candy?—Preguntó mientras le echaba reversa.

—Necesita un hospital, Taylor. ¡Está sangrando! ¡NO SE QUE COÑO HACER, AYUDAME!—Le grité mientras lágrimas rodaban por mis mejillas—¿Qué has hecho, mamá?—Susurré antes de colgar la llamada.

-Fin de llamada telefónica-

—¡¿QUÉ HICISTE?!—Volví a gritarle mientras intentaba levantarla del suelo. Rachel sólo lloraba y hacía plegarias de perdón.

Empezaron a dar tumbos en la puerta principal y recordé que había llamado a Taylor. Salí corriendo a abrirle y éste apenas me vio se me abalanzó para abrazarme, pero entre llantos le dije que fuera por mi madre y corriéramos a un hospital. Justo como lo dije, Taylor corrió tras de mí y cogió a mamá en brazos mientras yo le abría paso para que nos fuéramos.

—¿Qué coño has hecho, Rachel?—Susurraba mientras Taylor pisaba fuerte el acelerador mientras seguía escuchando plegarias de perdón—¡Cállate!—Grité harta de escucharla—¡¿Qué mierda has hecho, por Dios?!—Grité asustada mientras Taylor se apresuraba para llegar al hospital. Obtuvimos muchos insultos y pitidos hasta que por fin llegamos y entré gritando como loca que necesitaba un doctor.

Sacaron a mi mamá del auto y sin pensarlo la remitieron a urgencias. Taylor me acariciaba la espalda mientras intentaba contener el berrinche que quería hacer en plena sala de espera.

—Me estoy muriendo, Taylor—Le dije mientras me pegaba las manos al rostro—¿Qué coño ha hecho?—Pegué un grito ahogado y toda la sala giró a mirarme. Taylor avergonzado me cogió de las muñecas y me obligó a quitarme las manos de la cara.

—¡CANDY!—Por poco y me grita—¡Cálmate, mujer! Estás haciendo un escándalo—Me miró fijamente a los ojos en modo de súplica.

—¿No tengo el derecho?—Le pregunté sarcástica mientras buscaba la manera de zafarme de sus pesadas manos—¿Quién sabe qué coño habrá hecho esa mujer? ¡Está embarazada! Y…—Suspiré mientras me deslizaba al lado de la plantita que había al lado de nosotros.

—¿Rachel Bluewood?—Preguntó un doctor con una planilla en mano.

—¡Su hija!—Exclamé mientras alzaba la mano y corría a su encuentro—¿Qué hizo?—Ni siquiera lo dejé respirar.

—Nombre—Preguntó el doctor y por poco le quito la cabeza.

—¿Qué fue lo que hizo ella, Sr?—Volví a decirle insistente.

—Candy Bluewood—Le contestó Taylor mientras me apretaba la muñeca, de nuevo.

—¿Edad?—Preguntó el doctor, de nuevo.

—Ódieme todo lo que quieras, pero necesito saber qué coño hizo mi puta madre. Mi jodida edad no importa ahora—Le dije al Doctor poniéndome histérica y Taylor como siempre estancándome la mano—Hazme el favor y me sueltas, ¿Si?—Dije dirigiéndome a él—Ya ni siento la mano—Se la arrebaté y vi que estaba blanca, ya que la sangre no pasaba.

—Necesito que se calme para poder contarle—Avisó el Doc.

—Estoy calmada, ¿No ve?—En realidad, no estaba calmada.

—Dígale de una vez, doc. No querrá que termine con la mayoría del hospital—Se resignó Taylor. Tenía ganas de echarme a reír, pero me preocupaban los actos de mi madre, y este hijo de puta sólo le daba rodeos sin llegar al grano.

—Su mamá hizo un intento de aborto—La cabeza me zumbaba y sentía que había perdido el equilibrio—Creemos que tiene enfermedades mentales—¿Insinuaba que mi madre estaba loca?—Pudimos retener el proceso de aborto, es usted una héroe al haberla traído a tiempo. Pero tenemos algunos inconvenientes—Hizo una pausa larga.

—¡Hable de una jodida vez!—Exclamé desesperada—¿No ve que estoy calmada?

—¿Quiere una aromática?—Preguntó el Doc. y estaba dispuesta a quemar su bata para que hiciera caso omiso a mis peticiones.

—No quiero un coño, Sr. ¿Cuáles son los inconvenientes?—Le pregunté zapateando mientras Taylor volvía a agarrarme la muñeca.

—Debe cambiar de vientre si quieren al bebé sano. Su madre no está en condiciones para seguir con un embarazo—Mis labios formaron una perfecta ‘O’ mientras mis ojos se salían de las órbitas. ¿Estaba segura de lo que iba a hacer?

—¿Yo soy apta para eso?—Le pregunté al doc. mientras los ojos de Taylor se salían de las cuencas.

—Cand…—Iba a decir, pero volví a hablar.

—Doc, necesito a ese bebé vivo. No puede pagar los errores de mi madre. ¿Puedo o no?—Le pregunté de nuevo. El doctor se acomodó los lentes y de nuevo volvió a la planilla.

—¿Es usted virgen?—Preguntó mientras me miraba por encima de los lentes curioso. ¿Qué debía decir?

—No, no soy virgen. ¿Ya puedo?—Taylor sorprendido posó sus ojos en mí.

—¿No..?—No pudo terminar su pregunta porque le había mandado un manotazo en la entrepierna.

—¿Ha estado embarazada? —

—No, si puedo seguir con el proceso de este embarazo sería el primero—Le dije sincera y desesperada, de nuevo—Espere un momento, ¿Esto si se puede hacer?—Le pregunté al doctor.

—Es un caso muy extraño—Contestó dándose aires de grandeza—Llevará unas 2 o 3 semanas de embarazo, todavía no hay feto. Sería como una inseminación artificial, sólo que ya todo está hecho. Sólo sería extraerlo de ella y ponerlo en usted—Me explicó.

—¡Acepto! —Exclamé mientras ignoraba el martirio de Taylor—¿Cuándo podemos empezar con eso?

—No podemos esperar mucho, pero mañana a las 6am cuando tenga a todo mi equipo disponible estaría perfecto. Como sabe, el tiempo es oro—Me dijo el doctor.

—Sin más, nos vemos mañana. Igual, vengo acompañada y mi acompañante podrá darle todos mis datos mañana, así otra persona podrá llenar la planilla y menos tiempo se perderá—Le conté mientras buscaba la manera de despedirme formalmente.

—Espere un momento. ¿No hablará con su madre?—Preguntó sorprendido.

—No, no hablaré con ella. Y le pido un favor inmenso, Sr…—Miré su bata—No le cuente a mi madre lo que haremos, es capaz de cualquier cosa y está loca.

—Tú también—Me susurró Taylor y quería matarlo.

—Está en sus manos salvar la vida de su hermano. Eso sí, necesita a alguien mayor que se haga cargo de usted—Comentó el doc. y miré a Taylor.

—Mañana vendré con todo eso, ¿Estamos? Necesito pensar un como mejor las cosas—Suspiré.

—¡Es lo mejor que has dicho en toda la noche!—Exclamó el dramático de Taylor. Rodé los ojos.

—Hasta luego, Sr—

Salimos directo al auto y como era de esperarse Taylor no me dirigía la palabra. Condujo hasta mi casa y me cansé del incómodo silencio.

—¿Qué es lo que pasa contigo?—Le dije mientras tiraba la puerta del auto y por poco la pongo giratoria.

—¿Conmigo, Candy?—Me gritó Taylor mientras bajaba del auto—No eres virgen, quieres embarazarte y no le hablas a tu mamá—Me dijo mientras me corría para abrir la puerta, ya que de la desesperación yo no era capaz.

—Ah, ¿Es que sí crees que no soy virgen?—Le pregunté mientras lo empujaba para entrar a la casa e inmediatamente me dirigí a la cocina—¡Mi mamá lo quería matar, Taylor! Y la verdad, no quiero saber los motivos—Le dije mientras abría el refrigerador y sacaba una soda.

—¿Si eres virgen?—Preguntó asombrado y sentándose en la barra de desayuno bastante expectante. Le tiré una soda y la atrapó en el aire.

—De hecho, yo…