jueves, 22 de noviembre de 2012

Capítulo 20: Una buena, mil malas.


—¿Por qué llevaste a Quiara?—Aventuró mientras salíamos del bar. Ahora andábamos con las manos entrelazadas, para el resto sería igual; lo hacíamos antes, pero para mí tenía un significado diferente. Ahora entre los dos todo era diferente, pero parecido para muchos.

—No, mi papá estuvo en casa—Sólo bastaron esas palabras para que él supiera lo que había sucedido.

—¿Y usted quiere ir a su casa?—Me preguntó sarcástico. Naturalmente cuando pasaban cosas así yo huía a su casa y allá me quedaba un día y medio o si sucedia un fin de semana, ese fin de semana completo me quedaba en su casa.

—Sí, tengo a Quiara—Le expliqué.

—Nos vamos los tres—Me dijo—Vamos a su casa, dejamos su bolso, cogemos la perra y el cuido y nos vamos para mi casa.

—¿Por qué no te quedas tú en mi casa?—Seguíamos nuestro camino.

—Están tus abuelos, no esperes que lo haga—Me regaló una sonrisa fingida y miró adelante.
—¿Qué hacemos, entonces?—Le pregunté mientras lo abrazaba. 

—Vamos a mi casa—Me dio la solución mientras jugaba con uno de mis rulos.

—Esta bien—Me rendí—Iremos primero por mi Quiara—Le hablé como una beba pequeña.

—¿Tú Quiara?

Estábamos caminando por la acera y habían unos tipos muy sospechosos que caminaban a unos 5 metros de nosotros. Eso no me gustaba, podía pensar que igual no eran peligrosos pero doblamos una calle y ellos también lo hicieron. Fue difícil seguir pensando que no eran nada peligrosos.

—Amor…--Murmuré mientras le apretaba la mano a Andrés.

Él lo entendió y para suerte de nosotros, gracias a mi Diosito hermoso, en aquella calle tan solitaria pasó un taxi que nos paró enseguida.

Andrés le dio la dirección al taxista y yo me recosté en su regazo mientras respiraba su aroma.

—¿Son pareja?—Preguntó el taxista amigable.

—¿Por qué la pregunta?—Andrés estaba serio. Yo me ruboricé.

—Porque son muy jóvenes para ser pareja y estar sólo por estas calles—Parecía como si nos estuviera regañando, como un abuelo.

—Yo tengo 18 años… Mayor de edad, algo común—¡Qué mentiroso!, cumplía los 18 en unos meses—Además, conmigo ella estará segura, no permitiría nunca que algo le pasara.

—Bonitas palabras, niño—Le contestó el taxista y yo no encontraba mi patosa voz para decir cualquier cosa sin sentido.

—Gracias—Respondió mientras me miraba a mí, le sostuve la mirada por un rato y le sonreí, este me dio un beso en la frente y miró por la ventana.

—Así estén demasiado jóvenes, ustedes parecen que saben lo que quieren. Me atrevo a decir que se ven contagiosamente hermosos juntos—¡Vaya alago! ¿Me veo segura? ¿Estoy segura?

—¡Vaya! —No era capaz de decir más—Me siento… extraña, pero gracias, señor—Le dije sincera, ¡Encontré mi voz! Y como esperaba, dije algo que… me hubiera callado hasta que estuviera algo cuerda. El resto de camino se pasó en silencio.

El aroma de Andrés era tan común de él, sólo pensaba en él. Mo me importaba lo que había pasado con papá, tampoco me importaba la pelea de ahora para salir de la casa. Sólo quería estar con él y olvidarme del mundo.
Hacía dos años que quería eso, estar con él de una manera especial… demasiado especial y lograr que él me hiciera olvidar del mundo. Estar desconectada completamente y… estaba lista para ello. Desde un año atrás que mamá había hablado con mi tío y le había dicho que debía cuidar de mí en la USA me había puesto como meta disfrutar tiempo con él antes de mi partida.

—¿Vos qué?—Me preguntó mientras me acomodaba para salir del taxi. No me había dado cuenta que en mi rostro había una hermosa sonrisa de esas nerviosas pero hermosas.

—Nada—Contesté como si nada y caminé hacía la puerta mientras él pagaba el taxi.

—No me vas a salir con que sonríes por nada—Dijo mientras me cogía por la cintura. Empecé a reírme por lo bajo.
—Pensaba en vos, ¿Bueno?—No lo miré al rostro. Abrí la puerta con cuidado y caminé despacio, como pude entré al cuarto y me sorprendí al ver a mamá en la cama con Quiara en sus brazos.

—Que hermosa—Me dijo mientras la acariciaba.
—Lo es—Respondí con desdén mientras dejaba el bolso y cogía un maletín para echar algo de ropa.

—¿Para dónde va?—Me preguntó mi mamá sabiendo la respuesta.

—No quiero estar aquí—Recogí las cosas de Quiara.

—Mañana temprano está aquí y no le presté atención a su papá—Lo dijo como se fuera algo bien sencillo.

—¿Cómo quieres que no lo haga? Es mi PAPÁ—Me quejé—Por poco y me trata de puta drogadicta—Estaba a punto de salirse una lágrima, pero la detuve en seco. No quería que viera cautno me dolía—No llegaré mañana temprano. Quiero descansar y estar fuera de esta mierda, ¿No crees que merezco un descanso?—Le pregunté mientras le quitaba a Quiera, estaba juguetona.

—A mí no me parece que se vaya—Habló Cristina, siempre tan metida. Estaba a punto de responderle cuando habló mamá.

—Yo creo que no debería huirle a los problemas—Me hirieron sus palabras.

—¿Huir? ¿Cuándo? Sólo estoy cansada de esta mierda. Si estuviera huyendo de seguro ya estaría en Los Ángeles con mi tío—Le dije con rabia mientras iba por mi cepillo de dientes, volví a pasar por la cama y salí del cuarto sin mirarla. Andrés me esperaba afuera, me ayudó con el maletín y caminamos hasta su casa.

—Siento como si no me quisieran—Estallé en llanto.

—Amor, ¡Si te quieren!—Exclamó éste alarmado con cuidado de no lastimar a Quiara.

—Pues no lo parece, no lo siento así… me hacen sentir como la mierda viviente—Me limpié las lágrimas y lo invité a que abriera la puerta. Éste me hizo caso y dejó la conversación mientras me conducía a su cuarto.

Iba luchando terriblemente con las ganas de no llorar, no quería llorar por ellos. Estaba PROMETIÉNDOME enormemente no llorar por ellos; iba lográndolo poco a poco. Pero estaba cansada de que de algo bueno salieran mil cosas malas.

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