martes, 22 de octubre de 2013

Capítulo 15: Nadie cede.


Estaba recostada en la cama comiendo galletas de mantequilla mientras pasaba canal por canal sin saber qué ver. Taylor entró al cuarto y no se desgastó en mirarme, sacó su chaqueta y volvió a salir de la habitación.

Bufé.

Seguí pasando los canales hasta que llegué a infinito, daban un comercial de un programa que se llama “Hasta que la muerte nos separe” y me doblé de la risa al ver que las mujeres eran quienes asesinaban a sus esposos, ¡Por favor! Es un exceso de demencia.

—¡Mierda!—Grité cuando las galletas se cayeron de la cama y se esparcieron en la alfombra.

—¿Estás bien?—Preguntó un Taylor alarmado en el marco de la puerta. Alcé la vista hacía él y vi que se estaba asegurando de que no me faltara ninguna pieza de mi cuerpo y luego siguió mirándome por seguridad.

—¿Ahora me hablas?—Le pregunté incrédula. Arrugó el rostro y desapareció de mi vista.

—Idiota—Murmuré por lo bajo mientras me tiraba en la alfombra y seguía comiendo galletas de mantequilla. Nada de lo que pasaban por la tv era de mi interés y no sé en qué momento quedé totalmente dormida.

***
Pizzas… ¿De dónde salieron? Habían muchas y yo… ¿Dónde estoy?... en fin, eso no importa. ¡Hay pizza! Tomé un rebanada y empecé a comerla con el mayor de los gustos, olía delicioso, pero un pedazo de orégano cayó en mi pecho. Bajé la vista para tomarlo y estaba vestida de ¿Jamón?

Vale, vale, vale. Esto sí que es raro. Pero entonces, ¿Me estoy comiendo mi vestido? ¡MIERDA! Que está delicioso, joder.
***

El timbre repicó y yo me levanté del suelo como un resorte, tuve que tenerme un poco de la cama para no caerme.

—¡Vaya sueño!—Dije entre risas mientras caminaba hacía la puerta, Taylor también caminaba hacia ella y bostezaba, al parecer, no me notó. Abrí la puerta y era un domicilio.

—Buenas noches, srta—Saludó cordialmente mientras se sonrojaba. ¡Qué bello!

—Gracias, cielo—Le dije mientras le recibía la caja de pizza. Me provocaba morderle esas mejillas rosaditas, era hermoso—¡Él te pagará!—Exclamé mientras salía corriendo a la habitación y daba un portazo, además, por si las dudas, cerré con llave.

—¡No se vale, cariño!—Exclamó Taylor bufando y escuché las risitas del repartidor—No es gracioso—Le dijo Taylor en un tono serio.

—Lo siento, señor—Contestó el pobre mejillas rosas, lo imaginé cabizbajo.

Escuché un portazo. ¡Qué grosero! Ni siquiera se despidió.

Me metí el primer bocado de pizza a la boca y lo saboreé con todas las ganas del mundo, hasta que Taylor empezó a forzar la puerta.

—Candy, no es gracioso. Abre la puerta—Bufó furioso.

—¿Ya no me dices cariño? ¡Pendejo!—Exclamé con la boca llena de pizza.

—No estoy para tus insultos, Candy—Su tonito furioso me estaba excitando.

Espera, ¿Qué? Vale, estoy loca.

—Entonces, ¿Por qué me hablas?—Le pregunté mientras seguía comiendo mi rebanada de pizza.

—Porque quiero pizza—Murmuró mientras volvía a golpear la puerta y yo me sobresaltaba.

—¿Sólo por la maldita pizza?—Le pregunté furiosa—¡Pues métete tu puta pizza por donde te quepa, idiota!—Exclamé mientras abría la puerta y le tiraba la caja en el pecho. No sé cómo hizo para no dejarla caer y luego cerré de un portazo para tirarme de nuevo en la cama.

Pasaron 5 minutos y mi estómago empezó a rugir, al igual que en esos 5 minutos, Taylor cruzó la puerta.

—¿Estás dormida?—Preguntó con una voz melodiosa. No respondí, sólo me quedé en la posición que estaba, pensando en pizza. En el living empezó a sonar mi móvil, algo que nos sobresaltó a ambos.

Me levanté lentamente y luego cuando estuve segura que no hubo ningún mareo, corrí al living en busca de mi móvil.

-Llamada telefónico-

—¿Diga?—Dije mientras me sentaba en el sofá y husmeaba en mi bolso a ver si encontraba algo de comer.

—¿Candy?—Hablaba un hombre.

—¿Eres….?—Lo alenté.

—¿No me recuerdas? —¡Júralo!

—Si te recordase, no te estuviera preguntando—Murmuré mientras encontraba un Snikers y Taylor ya estaba al lado mío mala caroso.

—Soy Rodrigo, estuvimos de juerga hace un tiempo—¿Rodrigo?

—¿Mexicano?—Lo hice reír, se reía bello.

—No, argentino—Me contó risueño y yo empecé a sonreír, ¡Qué simpático! Pero no recuerdo por qué le di mi número.

—Está bien. Pero sigo sin recordarte—Le conté mientras le pegaba el primer mordisco al Snikers y Taylor arrugó más su frente al confirmar que se trataba de un hombre.

—Me lo imaginaba. Pero, te refrescaré un poco la memoria. Makena nos presentó en un encuentro al que se colaron de unos ex alumnos y pues, de ahí nos fuimos a la disco—¡DIOS!

—¿Makena y yo?—Empecé a reírme, debí estar más ebria de lo normal para no acordarme.

—Exacto—Se rio conmigo y Taylor puso sus manos en puños. ¡Será celoso!

—Te lo creo, pues. Ahora, cuéntame, ¿Cómo va tu vida?—Intenté llevar la conversación como si lo conociera de tiempo.

—Bien… muy bien, la verdad. Pero hoy estaba tirado en mi cama y encontré tu número, entonces me dije ¿Por qué no llamarla e invitarla a salir?—Lo sentía apenado.

—Oh, pues me parece bien—Murmuré y le di una tercera ojeada a la Taylor, ni siquiera me miraba a mí, pero sus ojos irradiaban rabia—¿Dónde quedamos? En este momento, quisiera salir a comer pizza, ¿No se te apetece?—Le pregunté mientras me levantaba del sofá y terminaba con mi Snikers.

—¡Me parece genial!—Dijo entusiasmado—Quedemos en la pizzería que queda a dos manzanas de tu casa, ¡¿Sabía dónde vivía?!—Pero esta vez déjame invitar a mí. Aquél día no me dejaste pagar ni un solo trago—Me regañó risueño.

—Tan típico de mí—Murmuré mientras rodaba los ojos—Está bien. A eso de las 6:30 en la pizzería, ¿Vale? —

—Ahí te veo, mamacita—Contestó riendo mientras yo arrugaba la frente, ¿Eso qué significaba?

—Adiós—

-Fin de llamada telefónica-

—¿Quién era?—Preguntó un Taylor enfadado.

—Un viejo amigo—Murmuré mientras seguía mi camino a la cocina y me tomaba un vaso de agua.

—¿Por qué quedarás con él?—Volvió a preguntar en el mismo tono.

—¡Pues porque me ha pedido que quedemos, chico! ¿Cuál es el problema?—Le pregunté sorprendida.

—Que haces planes sin comentármelos, Candy. Ese es el problema—Dijo en tono elevado.

—¿Sabes cuál es el verdadero problema?—Le pregunté incrédula mientras lo estrujaba para poder pasar al living de nuevo—El problema es que no me estás mostrando madurez, ¿Por qué me ignoras? ¿Qué hice mal? Sólo te hice un jodido comentario y ya es como si hubiera sido lo peor, y entonces, metes la pata cuando yo me propongo hacer las paces. ¡ESE ES EL PROBLEMA, TAYLOR!—La última frase se la grité.

—Pero…—No lo dejé hablar.

—Pero nada, Taylor. Estoy dolida y lo sabes… tomaré aire y llegaré pasada la noche, ¿Podrás abrirme o debo llegar a mi casa?—Le pregunté sin mirarlo y recogiendo mi bolso.

—¿Puedo saber a dónde vas?—Preguntó Taylor resignado.

—No, Taylor, no te lo contaré. Te daré tiempo para pensar… deberías hacerlo y yo también lo haré. ¿Puedo llegar a no?—Volví a preguntarle.

—Te esperaré—Murmuró mientras se acercaba.

Lo abracé inconscientemente.

—Te quiero tanto, pero te odio igual—Le dije mientras le robaba un pequeño besito. Abrí la puerta y salí. Cuando estaba en la portería del edificio miré la hora y eran las 5:30. Makena… ¿Por qué no me ha llamado?

Busqué su número en el móvil y la llamé.

-Llamada telefónica-

—¿Candy? —Su voz era de sorpresa.

—Sí, soy yo. ¿Ya no me quieres?—Le pregunté triste.

—¡Claro que sí, tonta! ¿Nos vemos? Debes contarme todo. ¿Llegas ya?—Ahora sí estaba hablando con mi Makena.

—Quedemos en mi casa, deja que ya voy para allá. Llega en 5—Le dije mientras paraba un taxi.

—Te adoro, Candy—Murmuró antes de colgar.

-Fin de llamada telefónica-

Le di la dirección al taxista y en todo el camino estuve con una sonrisa enorme, no había perdido a mi mejor amiga. Cuando el taxista paró en la entrada de mi casa, me bajé con un vacío enorme en mi estómago. Así mi mamá no esté allí, me trae recuerdos feos.

—Llegas tarde—Murmura Candy y me giré en segundos para encerrarla en un asfixiante abrazo.

—También te adoro, pendeja—Le dije mientras le daba muchos besos en la mejilla.

—¿Cómo pasó todo esto?—Preguntó entusiasmada mientras esperaba que yo abriera la puerta. Cuando entramos al living, vimos el desorden que dejamos Taylor y yo, pero no me preocupé en recogerlo, Makena sabía cómo era.

—Tendré que llamar a la aseadora—Murmuré mientras llegaba a la cocina y sacaba un par de sodas, una para Makena y otra para mí.

—¿Cómo pasó?—Volvió a preguntar Makena.

—Sólo pasó. Tu mamá nos dejó juntos aquél día de compras y luego lo violé—Le hice la broma. Se rio con ganas y me hizo reír a mí, mis ojos empezaron a brillar como toda una colegiala.

—¡Mi hermano se dejó! Que pasaditooooooo—Dijo entre risas, lo cual me hizo reír a mí también—No, en serio, cuéntame cómo fue—Me pidió con sus ojitos de ‘lo consigo todo cuando quiero’

—Estom… tu mamá nos dejó juntos en el parking, Taylor me pidió ir a su depto. Primero para dejar sus cosas y luego pasaríamos a mi casa. Pero de camino le confesé que me gustaba y entonces él me contó que el sentimiento era mutuo—Pegué un gritito—Y ya cuando llegamos a su depto y estábamos solos, las hormonas ganaron y pasó lo que debía pasar. El problema fue que teníamos tanto afán de estar el uno con el otro que nos olvidamos de la protección y aquí está el regalo—Murmuré mientras me acariciaba la panza. Me sorprendí por lo rápido que maquiné una historia falsa para engañar a mi mejor amiga, pero me sorprendí más de lo convincente que soné para que ella se lo creyera completito.

—¡Mierda!—Exclamó emocionada—Pero, ¿Y cómo se dieron cuenta que estabas en embarazo?—Preguntó mientras posaba sus ojos insistentes en mí, poniéndome nerviosa.

—Ah, pues… se supone que al sábado debía llegarme la regla y no me vino—¿Qué más puedo decirle?—Ya sabes que son 72 horas para quedar en embarazo y esas 72 horas ya se habían cumplido. Así que se lo comenté, fuimos donde el doc, me hicieron la prueba y salió positiva—Me mordí el labio inferior, ahora podía seguir con la verdad—He estado vomitando mucho, así que me dejaron unas horas retenida y luego nos mandaron donde la ginecóloga para la primera ecografía… de ahí nos fuimos para tu casa a dar la noticia, por órdenes de tu hermano y pues, todo salió mal—Finalicé con un hilo de voz.

Makena hizo un mohín—Siento mucho el comportamiento de mis padres, Candy—Murmuró mientras llegaba y me abrazaba—Seguro ya se les pasará, ellos te quieren mucho—

—Eso espero, Make, eso espero. Sé que actué mal, pero ya no hay vuelta atrás… además, tu hermano está feliz por esto—Volví a ponerme la mano en la panza, YO también debía hacerme a la idea de que esta cosita insignificante también era de Taylor—Yo le pedí que no dejara su universidad, y no lo hará… yo tampoco dejaré la escuela, bueno, sólo la dejaré cuando sea necesario. Aunque debo admitirte que tengo flojera de entrar el lunes a estudiar de nuevo—Makena se rio.

—¡Claro que está contento!—Exclamó emocionada de nuevo—Yo también lo estoy, ¡¡SERÉ TÍA!!—Me dejó aturdida y aquí iban las náuseas de nuevo. Corrí al baño y vomité todo lo que había comido hace unas horas. Lloré, odio vomitar. Cuando me levanté del retrete, Makena estaba en el marco de la puerta con cara de asco.

—Eso es asqueroso, amiga—Murmuró mientras miraba a otro lado.

—Entonces no mires, tarada—Le dije mientras me lavaba los dientes y miraba la hora, eran las 6:20. Tenía exactamente 10 minutos para llegar a la pizzería—¡MIERDA!—Grité—He quedado con Rodrigo a las 6:30. Sé buena y llama a la aseadora por mí, hay que sacar los demonios de aquí—Le saqué la lengua mientras cogía mi bolso—A eso de las 8 menos 5 estoy aquí… quiero llevarme algunas cosas. Si quieres, puedes venir de nuevo, ya sabes que no quiero ir a tu casa—Murmuré mientras le hacía puchero.

—Está bien, llamaré a la aseadora e intentaré estar aquí a las 8—Contestó mientras rodaba los ojos.

—¡Te quiero!—Exclamé antes de dar un portazo y salir casi corriendo a la pizzería. Yo podía ser de todo, menos puntual.

Cuando llegué me senté en una mesa para dos, eran las 6:50 y Rodrigo tampoco había llegado. Sonreí, yo no era la única incumplida. Cuando una chica me trajo la carta, Rodrigo apareció de la nada y se sentó en frente de mí.

—Perdona mi tardanza, el tráfico es una mierda—Me miró sonriente mientras la mesera le entregaba otra carta a él.

¡DIOS! ¿Por qué no me acuerdo de él? Está guapísimo.

Me reí—No te preocupes, no es que yo sea muy puntual—Le comenté en secreto mientras él se reía de mi gesto. ¡Qué chico tan simpático!

Hablamos de lo que pasó esa noche, al parecer, el latino ligaba con Makena, ¡Vaya dos! Y por eso nos habíamos colado en la fiesta de los ex alumnos. ¡Qué juerga la que hicimos! Tanto que sólo recuerdo cuando llegamos. Nos reímos, tanto de mis gestos como de sus ocurrencias, pero entonces llegó a mi esa palabrita que me dijo antes de colgar.

—Oye, ¿Qué significa eso de mamacita?—Le pregunté inocente mientras me metía el último pedazo de pizza a la boca y le daba un sorbo a mi coca cola.

—Es…—No me contestó, sólo empezó a reírse y se ruborizó. Puso sus brazos en la mesa y sus bíceps se contrajeron de una manera tan sexy que no me sentí capaz de retirar la mirada, ¡Por Dios! ¡QUE HOMBRE! —Es como decirte guapa en inglés. Es un halago que los latinos utilizamos para dirigirnos a chicas bellas como tú—Me informó y yo empecé a sonreír como tonta.

—Oh, gracias, supongo—Murmuré aún con la sonrisa plasmada.

—No hay que agradecer, eres hermosa, Candy—Dijo de nuevo mirándome a los ojos, invadiendo mi alma. Eso era algo que solo Taylor podía hacer, dejé mi coquetería y me paré en la raya, haciendo que él también lo hiciera.

—Muchas gracias, Rodrigo, pero me parece que lo mejor para ti es seguir ligando con Makena. Ella es una tipaza y la mereces… yo, simplemente… soy prohibida—Lo último se lo dije en susurro y juguetona, llevábamos buen rato bromeando de esa manera.

—Lo prohibido me gusta—Me dijo en secreto igual y nos empezamos a reír.

—Pero yo no te voy a gustar, Rodri, créeme. Además, ya tengo a alguien… mi novio es el hermano de Makena, así que si llegas a hacerle algo que ella no quiera y tu problema será doble, cariño—Le amenacé risueña.

—¿De veras?—Preguntó sorprendido y a la vez risueño. ¡Qué bien se pasa con este chico! —¿Puedo competir con el hermano de Makena?—Preguntó pícaro.

Me reí.

—No, no puedes… a ver si digieres esto bien—Murmuré no muy decidida en contarle o no—Nunca llegarás a alcanzar los puntos que él lleva porque… porque estoy…—Él me miraba atento y yo, simplemente no me sentía capaz de decirlo… no me gustaba mentir. Aunque… no lo estaba haciendo, este hijo es de Taylor—Estoy en embarazo—Sus ojos se salieron totalmente de sus cuencas—Estoy esperando un hijo del hermano de Makena—Murmuré mientras él todavía seguía estático de la sorpresa.

—Yo…—Empezó a decir, pero no siguió, como si se le hubiera olvidado hablar—Yo no sé qué decir… yo…—

—No tienes que decir nada—Murmuré mientras le cogía la mano para tranquilizarlo—Sé que pensarás que soy una cualquiera que se deja embarazar del primer idiota que le endulza el oído y luego se echa a morir porque tal idiota no quiere saber nada del bebé—Dije hablando de las chicas de la prepa—Esta historia es diferente.

—Entonces, cuéntame tu historia para entenderla—Contestó tranquilo.

—Estom… no, no puedo hacerlo. Es demasiado privada, me gustaría que te conformaras con saber que es diferente y que no me juzgaras, ni que sintieras lástima—Le conté sincera.

—Es algo difícil, pero créeme que nunca juzgaría ni sentiría lástima por una mamacita como tú—Sonreí estúpidamente, de nuevo con su palabrita—Además, estoy segurísimo de que serás una buena mamá—¡QUE BELLO!

Miré la hora y ya eran las 8:30—¡MIERDA!—Exclamé mientras me paraba como un resorte y ahí venía el mareo—Joderrrrrr—Fue inevitable no decirlo—Ya guardaré tu número y espero que hablemos cualquier otro día, ya ando de afán, me faltan unas cosillas por hacer—Le comenté atropellando unas palabras con otras—Cuídate y cuidadito con Makena.

—Cuídate igual, pero déjame llevarte a tu casa—Dijo mientras se levantaba también.

—No, no es necesario. Soy capaz de ir solita—Le dije sonriendo mientras le daba un beso en la mejilla—A parte de todo, no seas perruno y escoge solo a una. No podemos ser las dos, cariño. Recuerda que aquí la mamacita es la preciosura de Makena—Le susurré y él se rió.

—Está bien—No escuché más, salí casi corriendo del local y caminé lo más rápido que pude hasta mi casa.

Cuando abrí la puerta me di cuenta que la aseadora todavía estaba laborando. Pobre, y sobre todo a la hora que le tocó venir.

—Buenas noches, srta—Me saludó amable.

—¡Por favor, Esmeralda!—Exclamé cansada—No me llames así, o ¿A ti te gustaría que yo te dijera Sra. Mendoza?—Se echó a reír.

—Está bien, Candy—Dijo sonriente—En la cocina te dejé un par de lonches de esos que tanto te gustan—Me dijo mientras seguía aspirando la alfombra del living.

—¿DE VERAS?—Grité emocionada, de repente tenía hambre, de nuevo. Salí corriendo a la cocina y cuando olí los lonches, las náuseas llegaron a mí. ¡Ya me había demorado! Empecé a vomitar en el suelo porque sabía que no alcanzaría el baño y Esmeralda llegó casi al instante, recogiéndome el cabello y mirándome preocupada.

—¿Qué tienes, mi niña?—Preguntó asustada mientras llenaba un vaso de agua y me lo entregaba. Yo lloraba como tonta porque no me gustaba vomitar.

—Si te cuento no me regañas, ¿Vale?—Dije mientras respiraba hondo he intentaba relajarme. Esmeralda entrecerró los ojos, sabiendo que no era nada bueno.

—Estoy embarazada—Solté mientras miraba hacia otro lado que no fueran sus ojos.

—¡¿Estás qué?!—Por poco y lo grita—¿Qué chingados te pasa, niñita? ¡Estás loca! Se te cayeron todas las pinches tuercas y tu puta madre ni se esmera en reprenderte y castigarte por lo mal que te portas. ¡Tienes 14 pinches años! —Grité, me molesta cuando habla en español y yo no entiendo nada.

—¡Por Dios! ¿Qué es el acabose?—Dije frustrada—Sabes que me molesta que me hables en español porque no entiendo nada—Murmuré, ella iba a seguir, pero la frené—¡Estoy esperando el hijo que mi mamá iba a matar!—Se lo escupí en la cara—Ella tenía 3 semanas y abortó, pero las cosas no salieron como esperaba y yo llegué a tiempo y… me ofrecí para cambiar de vientre, no lo dejaría morir. Ahora es mi bebé, ahora él no tiene nada que ver con mi mamá—No lo podía creer, pero ya estaba llorando y Esmeralda me encerró en un cálido abrazo materno mientras lloraba conmigo.

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