Yo soy Candy
Bluewood, tengo 14, estoy en el tercer grado de la secundaria, tengo el cabello
largo y negro, mido 1.69, mis ojos son color chocolate, mis cejas son muy
definidas y gruesas, mis pestañas son largas, soy muy cachetona, soy morena
(Color de piel), tengo busto voluptuoso, caderas al toque, buenos muslos, me
encanta ir al gym para tonificar mis piernas y también mi trasero. Me gusta la
moda, tener las cosas a mi estilo, hacer nuevos inventos con mis ropas y ver
que lucen bien.
Me gusta el
piano, me gusta el modelaje, me gusta que me halaguen; pero no que pasen de ser
hermosos halagos a morbos. Me gusta leer, me gustan los autos lujosos, sé todo
de ellos, me gusta la música, me gustan las fiestas, tengo cédula falsa para
entrar a antros de perdición, me gusta… muchas cosas, pero aquellas que faltan
es mejor callárselas. No es genial que todo el mundo se dé cuenta de tu lado
morboso.
-¡CANDY!-Gritaron
mientras pegaba un brinco.
-¡YA
VOY!-Grité de vuelta mientras salía corriendo escaleras abajo, ese grito me
sonó a enojo, ¿Hace cuánto tiempo me estaba llamando?
-Aquí
estoy-Dije agitada mientras me sentaba en la parte trasera del auto.
-¿Por qué te
demoras tanto?-Preguntó una Makena enojada-Llevo como 30 min gritándote.
-Lo
siento-Dije apenada mientras escondía mi rostro con mi cabello-Estaba elevada.
-¿Ves esa
carita que pone?-Habló por vez primera Taylor y me ruboricé mientras escondía
más mi cabeza con mi cabello.
-Parece una
niña pequeña-Se burló Makena, pero Taylor me miraba de una manera diferente, su
mirada era tierna y deseosa.
Miré por la
ventana mientras intentaba no hiperventilar por su belleza y su mirada. Cuando
volví a mirarlo por el espejo, él todavía me miraba. Le piqué un ojo y él
sacudió su cabeza, como si estuviera tratando de eliminar los pensamientos que
tenía en su cabeza y colocándole la mayor atención posible a la carretera.
-¿A dónde
vamos?-Pregunté resoplando. Me estaba cansando de lo mismo, miradas a
hurtadillas, coqueteos sin querer, arrepentimientos y conversaciones iniciadas.
¿Cuándo podría decirle la verdad y tratar de que me escupiera todo lo que él
sentía?
-Le dije a
Taylor que nos lleve al Disneyland, ¿Quieres ir?-Preguntó, ¡Qué bueno ir de
nuevo! La pasaba bien allá, pero quería algo.
-¡Quiero
conducir!-Chillé.
-¿Tienes pase?-Preguntó
Taylor. Le eché una mirada envenenada por el espejo-No puedes hacerlo-Alzó una
ceja.
-¿No puedo
hacer qué?-Pregunté mirándolo de la misma manera.
-Conducir-Explicó
aún con la ceja alzada.
-¿Por
qué?-Pregunté sin relajar mi expresión.
-A ver tu
licencia-Me desafió.
-¡Coño!-Exclamé
y él estaba a punto de regañarme por mi expresión pero lo callé-Cuando tenga mi
licencia te la restregaré en la cara-Le saqué la lengua, él empezó a reír y
Makena lo acompañó en sus risas.
Me recosté a
regañadientes en todo el asiento trasero mientras alzaba mis pies para
colocarlos en el techo, Taylor me miró confuso pero luego se dio cuenta que era
una de aquellas veces en las que necesitaba distraerme con lo más mínimo para
no estallar en una pelea con groserías como las que se me salen a veces.
Cuando
llegamos Makena obligó a Taylor a que se quedara con nosotras, me incomodó un
poco ya que no me quitaba la mirada de encima. Pero disfrutaría del momento. En
cada lugar que veía algo tenebroso o divertido lo obligaba a subir conmigo. Primero
se negaba rotundamente, pero mientras halaba de él y lo miraba a los ojos
sonreía y disfrutaba de la diversión conmigo.
Ya estaba
muy de noche, de las veces que había venido jamás me había quedado hasta tan
tarde y todo se veía tan hermoso. Tan iluminado y tan romántico. Me tomé muchas
fotos con Mickey y también con Minnie, también estuve con las ardillas, me gané
un peluche de Pluto, pero yo quería ese enorme peluche que se había ganado Taylor, ¿Por qué los hombres siempre se llevan
los peluches más hermosos y los más grandes? Miré a Taylor y luego miré su
peluche, que lo tenía cogido desde una oreja con su enorme mano.
-¿Lo
quieres?-Me preguntó al mirarme.
-Sí-Le dije
avergonzada.
-Te lo doy
con una condición-Dijo picarón.
-¿Cuál es la
condición?-Pregunté dudosa, tampoco iba a tirar la casa por la ventana por un
peluche que Taylor se había ganado.
-Te doy el
peliche… si… me explicas por qué te brillan tanto los ojos-Sonrío al decirlo
mientras me miraba tiernamente a los ojos. Me sonrojé.
-Mejor
hagamos un intercambio, tú te quedas con el mío y yo me quedo con el tuyo ¿Te
parece?-Le ofrecí mi oferta mientras hacía ademan de entregarle mi peluche.
-No, quiero
mi condición-Exigió mientras escondía su peluche en su espalda.
Me acerqué a
él y este se puso nervioso, sonreír por eso. Rodee su cintura con mis manos y
cogí su peluche mientras me susurraba en el oído.
-Mis ojos
brillan porque son demasiado expresivos y brillan más cuando estoy contigo-Hice
ademan de darle un beso en el cuello, pero no lo hice. Le arrebaté su peluche y
le entregué el mío. Parecía como si hubiera llegado a la gloria en el momento
en el que hice eso. Con esa cara que tenía moría de ganas de besarlo, pero,
¿Cómo me respondería? ¿Se enojaría conmigo? ¿Cómo reaccionaría Makena si nos
viera?
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