viernes, 18 de enero de 2013

Capítulo 21: El fin de semana.





Puse a Quiara en la cama de Andrés y busqué en el bolso el pijama que había empacado. Me metí en el baño y me quité la muñequera con cuidado para darme una ducha que relajara mis músculos. Cuando terminé el baño, me puse la muñequera y recogí las ropas acomodándolas en mi brazo.


Salí del baño y Andrés se estaba quitando los jeans, estaba sin camisa y llevaba sus boxers blancos, se veía bien en ellos. Puse la ropa en el cajón de la mesita de noche que había al lado que me pertenecía de la cama y gateé hasta llegar donde estaba Quiara para quitarla de la colcha y poder meterme debajo de ella con mi perrita en mis brazos.

Me giré dándole la espalda a Andrés, luego sentí como él se metía debajo de la colcha y pasaba su brazo por mi cintura, acariciándola levemente. Cuando de repente sintió las pequeñas líneas de estrías que tenía, se me descompuso más el rostro. Subir de peso y luego bajar, y después volver a subir para luego bajar…¡Malditos medicamentos! Quitó la colcha de encima de nosotros y alzó levemente mi blusa para observar bien.

—¿Esto por qué?—Preguntó mientras volvía a trazar las líneas con sus largos dedos y hacía que me estremeciera.

—Porque pasé de ser delgada a ser troza y luego algo más que troza e intentando volver a bajar…—Suspiré—Eso daña mi cuerpo, los medicamentos de mierda dañan mi cuerpo. ¡Las enfermedades dañan mi cuerpo!—Andrés se inclinó en mi cintura y besó cada una de las líneas.

—Eso no hace que me dejes de gustar—Murmuró mientras me daba un beso en los labios. Sus palabras me clavaron muy dentro de mi corazón, nunca esperaría eso de alguien, de absolutamente nadie.

Respondí a su beso llena de emoción, cuando estuvimos a punto de perder toda la respiración él me soltó y quitó la colcha de mis piernas. Mientras miraba cada una de mis cicatrices y las trazaba con sus dedos, dándome confianza.

—Nunca me haz contado qué pasó con tus piernas—Trazó cada círculo lentamente mientras se inclinaba sobre ellas.

—No quisiera contarte eso—Susurré mientras intentaba volver a taparme con la colcha.

—¿Por qué no?—Preguntó mientras volvía a quitarme la colcha.

—Porque no me gusta hablar de eso—Respondí mientras le ponía cuidado a Quiara para que no se cayera de la cama.

—Amor, cuéntame—Me pidió obligándome a girar para mirarlo.

—Me dejarás de querer, seguro—Suspiré mientras me echaba para atrás y lo dejaba aventurar en las heridas cicatrizadas de mis piernas.

—¿Crees que te quiero por físico?—Preguntó mientras arrugaba su frente.

—No te gustará—Me encogí de hombros.

—Pero quiero saber—¿Estás seguro?

—Tengo una bacteria—Le solté sin anestesia y sus ojos casi se salen de sus órbitas.

—¿Una qué?—Preguntó atónito.

—A eso quería llegar—Resoplé mientras cogía la colcha y me tapaba—Buenas noches—Le dije mientras acurrucaba a Quiara en mis brazos & le daba la espalda.

Pasaron unos minutos y me volvió a quitar la colcha, deseé golpearlo y enviarlo muy a la mierda.

—Espera, espera, espera—Me pidió—¿Una bacteria te deja cicatrices?

—Se llama estafilococos, son como nacidos que duelen y cuando explotan te dejan cicatriz—Le dije sencilla—No es contagiosa, para que luego no salgas con mamadas y pues, no preguntes por qué, porque no lo sé—Me encogí de hombros--¿Ahora sí puedo dormir?—Le pregunté sarcástica halando la colcha de mi lado.

Me dejó acobijarme y acurrucar de nuevo a Quiara. Se metió a mi lado y me obligó a girar para respirar en su pecho.

—Aún así te quiero, nada hará que cambie de opinión—Me susurró en el oído finalizando con un beso.

—¡Te amo, we!—Salió de mi boca sin pedir permiso y reclamé sus labios, mordiendo su labio inferior en el impacto mientras el gruñía y se me escapaba un gemido. Le di un beso en el pecho mientras él besaba mi frente y quedé totalmente inconsciente.

Me paré de golpe sudando, mi corazón palpitaba fuertemente y sentía que iba a llorar. ¿Por qué ese sueño? ¿Por qué me importaba tanto? ¿Qué tenían esas desconocidas que hacía que las quisiera tanto?

—¿Qué pasó, Karen?—Preguntó un Andrés molesto mientras quitaba a Quiara de mi lugar. Miré la mesita de noche y eran las 7:15am.

—Me odian—Susurré pestañeando varias veces para no llorar.

—¿Quiénes te odian?—Seguía con su enfado.

—¿Sacamos a Quiara?—Le pregunté—No quiero que se haga pipi…

—Ya hizo eso—Apretó los dientes—Justo a mi lado—Por eso estaba molesto.

—¡Mi amor!—Exclamé mientras lo abrazaba—Lo siento—Le susurré en el cuello y luego le besé. Le encargué a Quiara y empecé a cambiar las sábanas de la cama antes de que los orines de Quiara pasaran al colchón. Cogí otra sábana que había en su armario y volví a tender la cama. Serví la comida de Quiara y se la quité de los brazos a un Andrés observador.

—¿Qué pasa?—Le pregunté mientras ponía a Quiara al lado de su comida y me encaramaba en la cama.

—Es como si fueras experta haciendo esto—Dijo mientras me imitaba y se subía en la cama.

—A veces, me gusta hacer las cosas de mi cuarto… Sólo a veces—Le aclaré.

—¿Quiénes te odian?—Me preguntó de nuevo. Mientras me hacía caer de espaldas.

—Ellas—Murmuré triste, de nuevo—Las chicas de las páginas de Facebook. Soñé que me odiaban por no estar online todo este tiempo. Soñé que ya no querían saber nada de K—Le confesé acurrucándome en su regazo.

—¿Soñaste eso? ¿Por eso sudabas?—Preguntó sarcástico.

—Las Quiero—Le dije mirándole seriamente.

—Todo lo que logra el lobo ese—Resopló mientras se tapaba el rostro con el brazo.

—Lo amo—Me encogí de hombros.

—Y a mí no—Se quejó él.

—También te amo, pero más a él—Me reí y le quité su brazo del rostro.

—Te trae loca ese man—Me dio un beso y dormí un rato más.


Cuando me desperté no había ni un solo rastro de Andrés. Busqué en todas partes y tampoco estaba mi Quiara. Recogí el morral y me fui a bañar. Cuando terminé mi baño busqué qué ponerme y decidí shorts y blusa con cola de pingüino. Me delineé los ojos y salí del baño a guardar el morral en el closet y bajé las escaleras a buscarlos en la cocina. Me encontré a Patricia que estaba preparando el almuerzo. Sí, era la 1:00pm y yo apenas había dado la cara, ni a desayunar me levanté.

—Buenas tardes, Sra Patricia—Le saludé educada mientras pasaba por la barra de desayuno y me sentaba en una de las butacas.

—¿Por qué soy Sra Patricia?—Preguntó sorprendida.

—Me da vergüenza. Estoy aquí de visita y apenas me he levantado a saludar—Me ruboricé.

—¡No te preocupe, querida!—Exclamó mientras movía sartenes. ¡ME DIJO “QUERIDA”! Tragué grueso—Estoy acostumbrada a eso, es una de las pocas veces que Andrés se levanta temprano—Se encogió de hombros.

Me reí brevemente.

—¿Dónde está Andrés?—Le pregunté curiosa mientras me cruzaba de piernas.

—Sacó la perra a dar un paseo, no sé qué le pasa. Pero por lo menos no está encerrado en su cuarto jugando en ese aparato—Me reí por lo bajo.

—Creo que lo esperaré en los escalones—Me levanté de la butaca y empecé a caminar hacia la puerta—Ah, de hecho, huele delicioso—Le regalé una sonrisa antes de desaparecer por la puerta principal. Me quedé ahí sentada en el segundo escalón mirando a la nada mientras la casa se impregnada de un buen olor.

¿Ya estaba lista? ¿Estaba lista para darle lo que más me importaba a Andrés? ¿Estaba lista para que él me viera desnuda? ¿Estaba lista para sentir aquél dolor punzante del que todos hablan?

¡Dios Santo! ¿En qué coño estoy pensando? Necesito a mi mamá, necesito su consejo, la necesito, en serio.

Me paré de golpe y caminé adentro y cuando iba subiendo las escaleras recordé que no cerré la puerta y me devolví a hacerlo. Cuando iba de nuevo al cuarto de Andrés a buscar mi móvil Patricia me habló.

—Karen, ¿Me podes hacer un favor?—Ya no hay “Querida” fingí un puchero y volví a la cocina.

—Claro que sí, ¿Qué deseas?—Le pregunté decente y dándole la confianza que ella no quería reconocer.

—Tengo que ir al trabajo. Llego a las 8:30pm y no alcanzo a despacharles almuerzo. ¿Se lo podes servir a Andrés?—Me pidió mientras movía ollas—Aquí está todo listo. Quiero que laven los trastes cuando terminen—¿Dejará su hijo conmigo? ¿Solos?

—Sí, señora. Todo estará en orden para cuando usted llegue y tranquila, le serviré la comida a Andrés. No se preocupe—Dicho esto ella se fue de la cocina y yo me quedé como toda una estúpida ahí sentada.

Me paré de la butaca y revisé las ollas que había movido Patricia. Nada como arroz con verduras, papas fritas y costilla ahumada. ¡Por Dios, mujer! Que rico huele esto. Dejé todo en su sitio y subí las escaleras por mi móvil, necesitaba a mi mamá.

Le di marcación rápida y tardaron años en contestarme.

-Llamada telefónica-

Risas—¿Qué quieres? —¿Jamás pararía lo que esté haciendo para hablarme?

—No estás para mí cuando te necesito. Ya no quiero nada—Le dije secamente y terminé la llamada.

-Fin llamada telefónica-

¡Toda esta mierda junta! Me dejé caer en el suelo mientras la vista se me nublaba por las lágrimas. Caí encima de un balón de fútbol, ¿En serio, Andrés? Me reí entre lágrimas y luego todo se volvió negativo de nuevo. ¿Cómo me dicen que me escapo de los problemas? Todo lo que tengo lo hederé de ellos y ¿Tengo la culpa? ¿Tengo la culpa de tener todas estas maricadas?

Por mí que se vayan todos a la mismísima mierda, pero me sigue importando todo lo que me dicen y lo que piensan de lo que hago. Pero siempre seguiré siendo yo y actúo como si todo fuera mierda. Pero, ¡Mírenme ahora! Tirada en el suelo del baño rodeando el retrete con mis brazos mientras vomito todo lo que no he comido. ¿Me importa? Sí. ¿Por qué? Porque todos son unos idiotas de mierda que no les importa todo lo que puedo llegar a hacer bien, siempre se fijan en mis errores como lo hace cualquier otra persona. ¡Todo esto es una mierda! Di un grito ahogado mientras me recargaba en la puerta torpemente y agarraba mi cabello con mucha fuerza.

—¿Karen?—Preguntó Andrés mientras cerraba la puerta de la habitación.

¡Maldición! Me levanté de golpe y me miré en el espejo. Estaba blanca como el papel.

—Ya salgo—Mi voz salía en susurros, haciendo notar mis horas de lloriqueo. Le eché ambientador al baño, lavé mis dientes un par de veces y organicé mi cabello mientras me limpiaba las mejillas sin lograr efecto alguno de notarme normal.

Salí del baño y me llevo con la sorpresa de que él estaba forzando la puerta para abrirla.

—¿Qué pasa?—Intenté sonreírle.

—¿Qué le pasó?—Me dijo horrorizado mientras me encerraba en un cálido abrazo y las lágrima que detenía salieron escandalosamente mojando su hombro izquierdo.

—No soy capaz—Pude murmurar mientras lloraba escandalosamente y me dejaba caer en sus brazos.

—¿No sos capaz de qué?—Me preguntó aún alarmado.

—Tu mamá te dejó el almuerzo—Le dije mientras deshacía el abrazo—Vamos a servírtelo, ¿Vale?

Sin esperar su respuesta caminé hasta la puerta y la abrí para luego cerrarla detrás de mí. Empecé a caminar rápida y temblorosa a la cocina y empecé a calentar todo para servirle a Andrés, yo no estaba con ánimos de comer. Minutos después Andrés se apareció en la cocina y se sentó en la butaca donde yo me había sentado horas antes.

—No la entiendo—Me dijo enojado—Si estás puta, ¿Por qué te tenes que desquitar conmigo?—Me preguntó sin mirarme.

—¿Desquitarme con vos?—Respondí más cínica de lo que quería—¡Por favor! Te voy a seguir tu almuerzo, ¡Te estaba hablando como si nada pasase!—Por poco y le grito.

—Me estrujas, me decis que vamos a servir el almuerzo y me cerras la puerta en mis narices. ¿Qué es eso entonces?—Se paró de la butaca con las manos en puños y se tiró en el sofá grande haciendo un famosoberrinche.

—Te enojas solo, te contentas solo—Le dije en un tono para que escuchara y serví su comida para dejarla en la barra de desayuno, cuando le dé la puta gana de comer con todo el gusto puede venir a buscarla.

—¡Vos tenes la culpa!—Me gritó el desgraciado.

—¿Yo tengo la culpa?—Le pregunté mientras me acercaba a él, este se giró y cayó al frío suelo—Muy buena—Dije mientras dejaba escapar unas risitas.

—¿Ah, sí?—Me miró más enojado de lo normal y se paró de camino a la cocina.

—¡Andrés!—Chillé quejumbrosa.

No obtuve respuesta.

—¿Es en serio?—Le pregunté mientras caminaba detrás de él y esperaba a que tomar agua y guardara el vaso para volver a hablarle—Amor…

Iba a abrazarlo pero se dio la vuelta dándome la espalda.

—A veces siento que te odio—Murmuré para que él no escuchara, pero como era de costumbre, lo escucho.

—Si sientes que me odias es porque no me quieres como decis--¡Entonces vete a la mierda si dudas de mi querer!

—¡Qué estúpido eres!—Exclamé mientras caminaba detrás de él de nuevo hacía el sofá. Se tiró en el sofá boca abajo y yo me le monté encima—¿Por qué estás enojado?—Le pregunté mientras apoyaba mi mentón en su cuello.

—Estoy enojado—Dijo mientras escondía su risa y se estremecía.

—Pero, dime por qué estás enojado—Le volví a decir mientras respiraba en su cuello y pasaba mis labios lentamente.

—Karen, me sigue tocando ahí y tenemos problemas—Me amenazó con voz risueña. Sabía que el cuello y su espalda eran sus puntos débiles.

—¿Qué clase de problemas?—Le pregunté mientras hacía un camino de besos en su cuello y halaba su camisa hacia abajo para seguir mi camino.

—Karen—Dijo con voz ronca mientras daba la vuelta bruscamente y pensé que caería al suelo.

Me equivoqué.

—Se lo advertí—Me dijo mientras abría mis piernas con las suyas y me daba besos en la mandíbula mientras buscaba mis manos para detenerme en el recorrido por su espalda.

—¿Este es el problema?—Le pregunté mientras buscaba sus labios con lujuria al darme cuenta que el roce de mis labios lo hacía estremecer.

—Espera lo que se te viene—Me dijo mientras me daba gusto al besarme. Sus manos estaban entrelazadas con las mías por encima de mi cabeza y justo cuando quería abrir más mis piernas para enrollarlas sobre él me di cuenta que estábamos en el sofá, demasiado incómodos para mi gusto.

—Andrés…—Susurré—Tu comida está lista—Dije intentando que se me quitara de encima.

—¿No me quieres?—Preguntó mientras se levantaba y se quedaba sentado.

—Sí, te quiero y quiero que comas—Dije mientras le daba un abrazo y luego le obligaba a girar la cara para darle un casto beso.

—No tengo hambre—

—Entonces vamos al cuarto. Tu verás cuando quieres comer—Le dije mientras me levantaba y subía las escaleras. Él como si nada se apareció detrás de mí y con cuidado me tocó el trasero con sus dos manos.

—Tienes mucho trasero, regálame un poco—Dijo mientras se reía y me daba un beso en la mejilla.

—Si te doy me quedo sin trasero—Le contesté mientras me obligaba a no tensarme y reírme.

—¿Te vas a llamar trasero?—Me preguntó abriendo la puerta del cuarto.

—Andr…—

—¿Te vas a llamar trasero?—Me volvió a preguntar sin dejarme hablar.

—Sí, tonto, me voy a llamar trasero—Le dije agresiva mientras lo estrujaba a la cama y me montaba encima de él.

—Bueno—Dijo como si nada e intento bajarme encima de él, pero tenía bien puestas mis piernas a sus lados.

—Andrés, mírame—Le pedí al haber visto su foto de bebé. Era completamente hermosa y sus ojos mostraban asombro, una hermosa inocencia.

—¿Para qué?—Preguntó mientras se tapaba con el antebrazo.

—Quiero verte los ojos—Le dije intentado quitar su brazo pero era imposible—Amor, déjame—Le dije mientras me removía encima de él y caía en cuenta que estaba en su cintura.

—Ya—Dijo mientras se quitaba el brazo y me miraba—¿Contenta?—Preguntó mientras miraba a otro lado. Sus ojos habían cambiado, eran más chiquitos y no eran marrón, ya eran de un hermoso color miel.

—Tus ojos son hermosos—Le dije mientras me acercaba para besarle y justo él ya me estaba esperando. Lo besé con afecto, era un príncipe, era mí príncipe.

Empecé a levantar mi cabeza para separarlo de mí y sin querer le presionaba más en su cintura sintiendo el botón de su jean. A él le gustaba, porque soltó un gemido y mi lujuria empezaba a brotar. Se mantenía firme teniendo sus manos en mis piernas y me obligó a girar para que él quedara sobre mí. Puso sus manos junto a las mías y me dio besos castos para luego besar mis mejillas detenidamente, mis ojos y por último mi nariz. Lo repitió unas cuantas veces mientras yo sonreía hasta que me desesperé y busqué sus labios para resultar en un gran beso amoroso.

Mientras lo besaba empecé a acariciar su cabello, enredándolo en mis dedos para presionarlo más contra mí, para que nos volviéramos una sola persona. Abrí mis ojos un momento, sin suspender el momento para poderme dar cuenta donde estaba Quiara y justo cuando los iba a cerrar de nuevo Quiara empezó a orinar en la alfombra. Mordí el labio de Andrés demasiado duro mientras lo estrujaba bruscamente para quitarlo encima de mí.

—¡QUIARA!—Grité mientras me bajaba de la cama. Ésta se asustó y cortó sus ganas de orinar para salir corriendo al lado de la puerta del cuarto de baño y orinarse del susto.

Suspiré.

—Por lo menos no se orinó en tu alfombra—Andrés sólo se lamía el labio inferior que le estaba sangrando—¿Fui yo?—Le pregunté ruborizada.

—¿Quién más iba a ser?—Me preguntó sarcástico mientras quitaba sus ojos de encima de mí.

—Me callo—Le dije mientras ponía papel periódico en los orines de Quiara y ésta todavía asustada corría debajo de la cama—Ven, linda—Le dije mientras me le acercaba lentamente para que viera que no le haría daño. Gustosa, Quiara corrió a mi encuentro mi la dejé en mi regazo un rato hasta que se durmió. La puse en la alfombra al lado de la cama y gatee para montarme encima de Andrés que estaba distraído mirando a la nada y lamiéndose su labio.

—Me mordiste duro—Susurró mientras me miraba a los ojos y ponía sus manos en mi cintura. Tenía mis manos a los lados de su cabeza—Y te dije teníamos problemas…

—¿Qué cla…—No pude seguir hablando porque deslizó sus brazos hasta mis hombros y me atrajo hacía él de forma que no pude escaparme.

Me encerró en un salvaje beso que nos consumía a ambos. Me sorprendí halando sus cabellos y gimiendo mientras mordía su labio para succionar y saborear su sangre. Gruñó y todas mis terminaciones cobraron vida para darnos placer a ambos. Empecé a incorporarme para que ambos quedáramos sentados y al presionarme contra su cintura pude sentir su erección, sentir su bulto debajo de mí hizo que me llenara de placer, de lujuria.

Estaba por encima de sus amigas. Él tenía la opción de escoger a una flacucha sin pechos y encorvándose para que se le viera un trasero lindo. Tenía la opción de escoger a una de esas tipas que están de moda ahora, anoréxicas y con cabello hasta la cintura. Una chica de esos que les gusta a sus amigos. Pero me escogió a mí, ¡Estoy yo aquí! Me escogió a mí, con mis piernas lindas pero cicatrizadas, a mí que no tengo un abdomen plano, me escogió a mí con mis pechos grandes y mi trasero de pingüino, me escogió a mí con mis enfermedades y mis bacterias, con mi mal genio, con mis depresiones, con mis berrinches. ¡Me escogió a mí!

—Te quiero—Susurré en sus labios mientras sonreía y enrollaba mis piernas en su cintura.

—¿Estás segura?—Preguntó mientras acariciaba mi espalda y seguía besándome.

—¿Me quieres?—Le pregunté curiosa mientras me alejaba un poco de él para verle el bien el rostro.

Suspiró.

—Sí, te quiero—¿Estaba segura?

—Entonces estoy segura—Dije mientras sonreía y lo besaba. Enrollé mis manos en su cuello y empecé a acariciar parte de su espalda. Sus manos no pasaron de mi cintura, saboreándola para que todo se le quedase grabado.

Bajé mis manos hasta su cintura y empecé a trazar círculos mientras levantaba su camisa con mis brazos. Es fácil quitarla cuando él me ayuda. Me pegó a él y dio la vuelta para recostarme suavemente en la cama. Inmediatamente me quité la blusa de encima, ya sentía que me estorbaba.

—Yo quería hacer eso—Se quejó con pequeñas risitas para luego darme un beso. Empezó a pasar sus manos por las curvas de mi cintura y me estremecía a su contacto. Esta vez no era porque estuviera incómoda o porque tenía miedo, lo que sentía me gustaba. Me gustaba haber sentido su erección, sólo la de él. Lo quería a él. Mordió mi labio inferior para empezar un recorrido de besos desde mis caderas, haciéndome estremecer cada vez más y desearlo como nunca pensé desear a nadie. Cuando estaba a punto de llegar al sostén paró—¿Segura?—Preguntó de nuevo asegurando no hacerme ninguna clase de daño.

Asentí con la cabeza mordiéndome el labio inferior y él empezó a meter sus dedos por debajo del sostén, ahora que hacía eso quería salir corriendo. ¿Qué pasaría cuando estuviera lista para ser penetrada? Fue sacando sus dedos lentamente para luego besarme la copa del sostén y bajarla detenidamente, primero la izquierda y luego la derecho. Se alejó un poco y luego se mordió el labio inferior.

—Y tienes unas tetas hermosas—Me murmuró en el oído mientras con su mano jugaba con mi pezón derecho, haciendo que éste se endureciera a su contacto, dándole la bienvenida a nuevas sensaciones. Prosiguió con el izquierdo mientras succionaba y lamía el derecho haciendo que mi cuerpo se encorvara sin pedirme permiso. Las nuevas sensaciones fluían por todo mi cuerpo para luego terminar en mi ingle, haciéndome sentir mojada.

Sus labios volvieron a posarse en los míos mientras él bajaba sus manos deteniéndose un buen rato en mi
cintura hasta llegar al botón de los shorts y desabrocharlo mientras me miraba a los ojos y formaba una perfecta ‘o’ con sus labios lleno de excitación. Me mordí el labio inferior y luego lo volví a besar llena de lujuria. Fue quitando mis shorts con delicadeza junto con mis pantis, me ruboricé de la manera en la que nunca lo había hecho y empecé a hacer pequeños rezos para que él no se alejara a mirarme. Cuando mis shorts y mis pantis pasaron de mis rodillas las empujé lentamente hasta que por fin cayeron a un lado de la cama. Dejé de besar a Andrés y bajé mis manos hasta su pantalón. Nunca aparté mi mirada de la suya, en sus labios había un brillo especial, un brillo que significaba ternura y admiración. Desabroché su pantalón y empecé a bajarlo hasta donde pude, Andrés empezó a reír y lo sacó a patadas. Sólo quedaba en sus bóxer negros.

Sin decir palabra alguna bajó el resorte de su bóxer y separó mis piernas al mismo tiempo. Empecé a morderme el labio inferior nerviosa, ¿Me dolería mucho? ¿El placer podría más que el dolor? Sentí la cabeza de su miembro en mi intimidad y mi corazón empezó a latir con fuerza, lo podía sentir. Las sensaciones que recorrían mi cuerpo ahora eran más intensas que las que sentí cuando su erección estaba por debajo de sus ropas. Empezó a introducir su miembro lentamente dentro de mí hasta que sentí un dolor agudo que daba vez se volvía más grande. “¡SÁCAMELO!” Gritaba mi interior, pero de mi interior no salía. Empezaron a rodar unas cuantas lágrimas por mis mejillas y la mirada de Andrés se volvió triste, reflejando mi dolor. Su miembro completo entró en mi interior y quería gritar, pero nada salía. Sólo aruñaba su espalda y soltaba una que otra lágrima, llena de dolor hasta que los dos nos quedamos totalmente inmóviles.

—¿Todavía te duele?—Me preguntó tiernamente mientras volvía a llenar mi rostro de besos.

—No—Pude decir—Lo estás haciendo muy bien—Solté el susurros.

Me sonrió y empezó a moverse. Adentro y afuera. Adentro y afuera. Adentro y afuera. Mi dolor empezó a irse para dejar una sensación de excitación que cada vez se hacía más grande. Mientras él entraba y salía un poco más rápido que antes. Enrollé una pierna a su alrededor y la otra puse por encima de su cadera, para darle más acceso a mi intimidad. Ahora estaba accediendo a él, accediendo a sentir aquél agudo dolor que el placer y la excitación dormían.

Pasé mis manos por su trasero, acaricié la línea que había en su espalda y luego todo se hizo tan profundo y abrumador que no pude acariciar más partes de su hermoso cuerpo. Sólo sabía enterrar mis uñas en su espalda y formar ‘o’ con los labios entre sus besos mientras nos entregábamos el uno a la otra. Mientras nos volvíamos una sola persona. Mientras me hacía sentir como una princesa, llena de dolor, excitación y placer.

—¡Soy tuya!—Exclamé mientras me desvanecía en el mejor orgasmo de mi vida. Andrés gruñó fuerte en mi oído mientras dejaba caer todo su peso en mí. Me sentía exhausta y adolorida.

—Esto no te lo hará el hombre lobo ese—Susurró Andrés en mi oído haciéndome soltar unas risitas para luego quedar totalmente inconsciente.



Miré el reloj de la mesita de noche y eran las 2:00am. Me giré al otro lado y ahí estaba Andrés con sus ojos abiertos mirándome dormir.

—¿Te gustó?—Me preguntó mientras acariciaba mi cabello. Estaba enrollada en la sábana aún desnuda y Andrés sólo llevaba su pantalón de pijama.

—Me duele la ingle y las piernas, pero me encantó—Le conté sincera y sonrojándome.

—Mira como me dejaste la espalda—Dijo sarcástico mientras se daba la vuelta para enseñarme los rasguños que le había dejado, intentado decirme que no me quejara por mis piernas y mi ingle—Y mira la sábana—Me corrí hacia la orilla para ver el centro de la cama y estaba llena de sangre. Todo había sido real, me rompió por dentro. Estaba dudando en levantarme a cambiar la sábana o en quedarme ahí tendida de lo adolorida que estaba.

—Según algunos sabios, eso quiere decir que la pasé rico—Le murmuré sonriendo como estúpida mientras besaba su espalda.

—¿Queres que te quite el dolor en las piernas?—Dijo mientras se metía debajo de la sábana y empecé a soltar unas risitas—Me he dado cuenta que no eres de las que gritas mientras te hacen el amor—Sus palabras me hicieron suspirar. “Cuando te hacen el amor…” Cualquier otro imbécil podría haberme dicho “Cuando estás teniendo sexo”

—¿Eso es bueno o malo?—Le pregunté llena de cariño.

—Eso es una chimba—Respondió mientras me montaba encima de él y empezábamos a besarnos de nuevo…



—¿En serio te tienes que ir hoy?—Preguntó un Andrés aburrido.

—Sí, mi amor, es domingo por la noche. Mañana tengo clase y tu deberías de aprender a vivir sin mí por un tiempo—Me reí como tonta—Te amo, Sr. Espalda arañada—Le susurré en el oído y luego le di un casto beso para luego desaparecer siendo perseguida por Quiara.

Llevaba una gran sonrisa en mi rostro, una sonrisa que no se quitaba con nada. Era el mejor fin de semana de toda mi existencia y por primera vez, la idea de tener clases al día siguiente no me atormentaba tanto como lo hacía antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario