domingo, 3 de febrero de 2013

Epílogo


Mis vellos estaban a flor de piel cuando en la pantalla grande del aeropuerto decía “7:30a||Los Angeles||Abordando” sentía un retortijón en el estómago y debía caminar sola y temblorosa con todas las maletas que tenía. Mamá sólo me había dejado en el parking porque debía hacer otros deberes, papá no me hablaba y mis abuelos estaban trabajando. Total, K estaba sola.

Mientras hacía check in me di cuenta que mi vuelo tenía escala en Panamá. ¡Mierda! ¿Algo peor? Sola y esperar media hora para abordar de nuevo en Panamá. ¡Fuck me, please! Caminé lo mejor que pude llena de maletas y con Quiara en el bolso, ella estaba asustada y cada pocos minutos asomaba su cabecita para volverse a esconder. Se veía graciosa, pero no tenía tiempo para eso. Si no me apuraba un poco más el avión me dejaría. Se quedaron con mi equipaje y peleé porque Quiara debía ir tapada del todo, le puse una manta mientras entrábamos al avión. Estaba entrando a la page de Facebook desde el móvil, necesitaba contarles que K estaba pasada de nerviosa.

—Por favor, apague sus celulares para que no hagan interferencia con el vuelo—¡Chúpate un ovario! Maldije a la azafata, que interferencia ni que mierdas. Nunca pasaba nada. Lo metí en el bolso donde estaba quiara. ¡Gracias a Dios eran hileras de dos asientos y el del lado mío estaba vacío. Intenté dormir un poco pero me era imposible, ¿Cambiar los horarios me daría duro?

Empezaron las turbulencias cuando el avión estaba aterrizando. ¿Ya habían pasado horas? ¡Mierda, estoy de la mierda! Bajamos del avión y me quedé observando como aterrizaban los demás aviones y cómo pasaban el equipaje de un avión a otro para poder ir directo a Los Angeles mientras comía pan con café esperando que volvieran a llamarnos para abordar. Empecé a hacerle cariños a Quiara y un chico con acento panameño parecido a mi colombiano se sentó en la mesa que estaba ocupando mientras miraba también por el ventanal.

—Te he estado observando—Dijo como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Quién te dijo que lo hicieras?—Le pregunté con mil piedras en la mano.

—Eres linda—Contestó atrevidamente.

—¿Eso te da el permiso de observarme?—Me giré para verlo a él. Necesitaba un pañuelo para secar mis babas y cerrar mi boca. Ojos grandes y marrones, piel cobriza, cabello enrulado y unos hermosos hombros anchos.

—Si eso no me da el permiso, ¿Por qué me observas tú a mí?—Preguntó mientras alzaba una ceja y jugaba con la boquilla de su refresco.

—¿Todos los panameños son igual de convencidos y pendejos?—Le pregunté mientras miraba la factura de pago.

—¿Todas las colombianas son igual de altaneras y lindas?—Contraatacó con sonrisa maliciosa.

—Ve y averígualo por ti mismo—Le dije justo cuando llamaron para abordar. Dejé el dinero dentro de la libreta de pago y me levanté cogiendo el bolso de Quiara.

—Ya veo que no, eres la única subidita porque te vas a Estados Unidos—Escuché a la distancia. Me giré en mis talones bruscamente y lo miré llena de furia.

—Lo que tienes de lindo lo tienes de pendejo. Estabas bien sexy hasta que te pusiste de lucido, idiota—Le contesté y volví a girarme para ir a abordar. Siguió mis pasos, lo sentía a un metro y medio de mí.

—Tú estás subidita porque vas a Estados Unidos y yo estoy de lucido porque voy a Inglaterra—Contestó mientras pasaba de largo. Empecé a alargar el paso hasta alcanzarlo y lo cogí de gancho.

—No quería saber a dónde ibas y no quiero saber por qué. Pero de que eres un pendejo lo eres, ni sabes cómo pedirle algo a una chica—Le dejé un papelito con mi email en su bolsillo y me separé de él—¡Das asco, empieza a mejorar! —Exclamé mientras corría por mi lado de abordaje.

¿Qué había hecho? ¿Le había acabado de dar mi email a un imponente panameño? Volví a subirme al avión y el asiento del lado seguía vacío, bendición grande. La azafata pasó repartiendo almohadas y sábanas mientras explicaba como acomodar el asiento de modo cómodo para dormir. Sería un viaje larguísimo, creo que llegaría a L.A a las 8 o 9pm sino que era más tarde. Puse a Quiara en mi regazo y me tapé desde las piernas hasta el cuello con la sábana para luego quedarme realmente dormida.


Empecé a sentir turbulencias y me desperté de golpe. Estoy sola en un avión con turbulencia, ¡Fuck me, please! Ni me preocupé por mirar por la ventana, quería llegar ya. Justamente la azafata habló diciendo que estábamos a punto de aterrizar y que si mirábamos por la ventana podíamos ver lo hermoso que era el aeropuerto LAX de noche. Me asombré y dejé caer algunas lágrimas al ver lo hermoso que era todo, esas maravillosas luces, todo tan increíblemente lujoso y sencillo a la vez. Esperé que la gente bajara para luego bajarme yo, todos estaban apresurados por llegar a sus reuniones o hablaban por móvil combinando una palabra con otra. Esperé a que llegara mi equipaje y salí por las dos puertas de vidrío donde todos llevaban letreros con los nombres de las personas que esperaban.

Vi como una chica corría a los brazos de su novio y éste la cargaba para darle vueltas, se veía tan emocionalmente dañino para mi estado de ánimo ahora que aparté la mirada bruscamente y reí por lo que estaba pasando por mi mente. Lo más romántico que podía hacer mi tío era inflar un condón y tenerlo arriba para que lo vea, todavía no conozco una persona más dañada sexualmente que él. Miré a mi alrededor y me encontré con un Fabio haciendo carrizo con una copa de vino en la mano.

—¡Nunca cambiaras!—Exclamé mientras intentaba correr con las maletas & Quiara en el bolso.

—Tengo 64 años, ¿Todavía esperas que cambie?—Dijo mientras dejaba la copa de vino en la fuente que no chorreaba agua y caminaba a mi encuentro.

—No, ya no—Le contesté dándole un abrazo con un solo brazo y entregándole dos maletas. Empezamos a caminar fuera del aeropuerto y él ni por enterado de que tenía un perro en el bolso extrañamente cuadriculado para él. Subió las maletas en su Volkswagen Touareng 2011 y como el caballero que nunca dejará de ser me abrió la puerta del copiloto.

—¿Cuánto haz bebido?—Le pregunté mientras sacaba a Quiara de la bolsa y la ponía en mis piernas.

—No mucho, puedo conducir sin que me multen—Contestó muerto de risa.

—Sonaría mejor, puedo conducir sin que nos matemos—Le dije dramática.

—¿Tienes perro?—Preguntó asombrado mientras empezaba la marcha.

—Y apenas lo notas—Le rodé los ojos. Preguntó por mi madre, por Cristina que dejó de ser su sobrina favorita cuando yo crecí y por el insoportable de mi hermano, algo que teníamos en común, el esperpento de mi hermano nos sacaba de quicio con sólo respirar. Le conté que mis abuelos no perdían la costumbre de pelearse los fines de semana y lo horroroso que era escucharlos hablar de mí los viernes en la noche. Le conté sobre Andrés, pero me reservé lo que había pasado el viernes. Pasamos por Hollywood Walk of Fame y llegamos al edificio donde Fabio tenía una residencia. Saludó al portero mientras entraba al parqueadero y aparcó al lado de un hermoso Audi a8 plateado.

—¿También es tuyo?—Le pregunté mientras me bajaba. Lo dudó un momento y luego asintió con la cabeza. Bajó las maletas y las condujo hasta el elevador lo seguí junto a Quiara y eché a la basura la bolsa extrañamente cuadriculada.

—Hasta que por fin lo haces—Se quejó dramáticamente y subimos en el elevador. El edificio tenía unos 20 pisos, en el 20 estaba el penthouse de una estrella de Hollywood según Fabio, pero como todo dañado sexual, sólo sabe nombres de actrices porno. Ni le paré a lo que me dijo mientras nos bajábamos en el piso 17.

—Todos los departamentos son demasiado espaciosos, en cada piso hay 3 deptos—Me contó mientras me conducía diagonal al elevador—Este es—Me mostró la puerta de madera y me entregó las llaves para que abriera. Al salir del pequeño pasillo después de la puerta se me cayó la mandíbula. ¡Santos ovarios! En el living había un gran ventanal que dejaba ver las avenidas de L.A y el resto de edificios que había alrededor de este. El living era completamente amplio, con un hermoso juego de sofás de color crema y un tv al frente del sillón más grande. Seguido del pasillo había una puerta, cuando la abrí era una decente cocina llena de cosas hermosas y para rematar y realmente innecesario había un pequeño balcón al fondo de la cocina.

Seguí recorriendo el depto y pude notar el cuarto de baño de visitas, estaba justo entrando al pasillo para las habitaciones. En un fondo estaba la habitación más grande con cama matrimonial, cuarto de armario y un cuarto de baño con bañera—¡Tengo bañera en mi cuarto de baño!—Exclamé mientras salía de nuevo y seguía inspeccionando la habitación. Al otro lado había otro pequeño balcón que daba a la piscina del edificio, el balcón. Salí a la siguiente habitación y a diferencia de la que obvio sería mía la cama era doble, el cuarto de armario más pequeño, no había baño y en vez de un balcón había una gran ventana. Salí y me dirigí al fondo del pasillo y estaba la maravillosa biblioteca de la que tanto me había hablado Fabio desde que le conté que era amante a la lectura.

—Tendrás mucho que leer desde hoy—Escuché a Fabio mientras entraba con dos vasos en la mano y me latía que era whisky. Le alcé una ceja en pregunta de que era.

—Whisky escoces—Me contó mientras me entregaba una copa. Le di un sorbo y estaba más fuerte que el Whisky canadiense que me tomé con él la última vez que lo vi. Tocí dos veces.

—Te puedes quedar con la habitación que tiene bañera, esta será mi habitación—Le dije mientras ponía el whisky en la mesa de centro que había delante de un sillón.

—No viviré contigo—Me dijo mientras me quitaba del sillón y se sentaba él—Sería demasiado imprudente que yo que no puedo vivir sin una buena noche, y cuando digo buena noche sabes a lo que me refiero—Me miró directamente a los ojos y yo sabía que se refería a una buena follada—Viviera contigo. Este es tu depto. Y el mío está a media cuadra.

—¡VERGA!—Le grité en español—¿Cómo…—Iría a la preparatoria?

—El Audi de abajo también es tuyo—Sólo bastó que me dijera eso para tirármele encima.

—¡Te amo, Fabio!—Exclamé mientras brincaba en sus piernas.

—Mañana abriremos una cuenta bancaria a tu nombre y te estaré transfiriendo dinero cada mes, sé que no gastarás todo lo que te transferiré, pero es mejor que sobre a que falte—Eso era cierto—Ah, mañana mismo te doy el dinero para la ropa—

—Esto será genial—Susurré mientras animada daba otro sorbo al whisky que ya no me parecía tan fuerte.



Entraba la otra semana a la preparatoria. Ayer había ido a firmar matrícula y pagar el semestre, como lo esperaba todo era jodidamente hermoso y ya me había aprendido el camino para ir. De hecho, ya conocía la mayoría de las calles de L.A gracias al hermoso auto que todo el tiempo quería conducir. 

Estaba caminando con Quiara cerca del edificio, quería aire y que me explotaran los tímpanos de lo duro que escuchaba la música. Quiara estaba aprendiendo a caminar a mi lado sin irse detrás de cada perro que veía o de cada gringo que le hacía cariños. Pero al parecer, la persona que la estaba acariciando ahora le encantaba, no le paraba de brincar y ni obedecía a mis llamados. Vi que el tipo le estaba pidiendo que se sentara y Quiara sin entender le meneaba la cola y pasaba por sus piernas. Sintiéndome obligada empecé a caminar en su dirección.

—Es latina—Le dije cuando ya estaba cerca—Sólo dile “Siéntate” con autoridad y ella lo hará—Mientras le decía al extraño Quiara se sentó y la persona a la que sólo veía de espaldas se giró con la sonrisa celestial con la que soñaba todas las noches. La sangre drenó de mi rostro.

—¿Tú también eres latina?—Me preguntó mi sueño añorado mientras cogía a Quiara y la acariciaba. Asentí con la cabeza—¿Eres nueva aquí?—Volvió a preguntar.

—Reputa madre—Dije en español mientras sentía que saltaba de la emoción pero no me había movido ni un milímetro.

—Me queda claro que eres latina, ¿De qué parte? ¿No me conoces?—Siguió preguntando reluciendo sus hermosos dientes blancos.

—Colombia…—Hice una pausa intentando encontrar las palabras correctas sin ahuyentarlo—¡Claro que te conozco! Por Dios, soy una super fan tuya. Nos hacemos llamar fan sin suerte porque estamos al otro lado del mundo, pero…¡Mierda! Eres tú—Empecé a hablar más rápido de lo normal y él nunca dejó de sonreír.

—No te creo, ¿Por qué no haces alboroto, entonces?—Dijo mientras me entregaba a Quiara.

—Aquí donde me vez estoy a punto de violarte y si todavía no me lo crees, mira—Saqué mi nuevo ¡Phone. Sí… Fabio echó mi blackberry a la basura y me entregó un ¡Phone4 diciendo que era lo que se utilizaba aquí. Entré a Facebook y le enseñé la page que administraba de él.

—Wow—Suspiró mientras leía y no entendía—¿Qué dice aquí?—Preguntó mientras señalaba una parte que decía “Me senté encima de Mrs. Pepino” Mis mejillas se pusieron rojas.

—No querrás saber eso—Le dije apenada.

—Lo quiero saber todo, ¿Qué es lo que dice? —

—Me senté encima de Mrs. Pepino—Le dije mientras guardaba el móvil.

—¿Eso qué significa?—Preguntó confundido.

—Que debes ser latino para entenderlo—Le bromeé mientras temblaba de la emoción. ¡Estaba teniendo una conversación con Taylor Lautner!

—Algún día me dirás—Contestó mientras volvía a sonreír y mis ovarios estaban a punto de explotar.

—Mándame un inbox y te contaré lo que significa—Le dije mientras él sacaba su móvil, apunté mi número y le dije adiós con la mano. Entré al local de Starbucks por un café para llevar, lo único que me había dejado Fabio de tomar en el depto. Era licor. Salí del Starbucks y sin mirar adelante empecé a mirar mi móvil y publicar en Facebook que me había encontrado con TAYLOR LAUTNER y de repente me llegó un inbox.

“Estoy empezando a creerte. ¿Por qué me persigues?” ¡Era Taylor!
“¿Te persigo? Voy a mi depto” Le contesté mientras sonreía como tonta y guardaba su número de móvil.

—¿Vives aquí?—Preguntó mientras me lo pasaba de largo sin notarlo y casi me caigo del susto.

—¿Me persigues tú?—Le pregunté mientras me dolían las mejillas de tanto sonreír.

—No dudaría en perseguirte, pero tengo cosas que hacer. También vivo aquí—Dijo mientras pedía el elevador.

—¿Tú eres el famoso que vive en la penthouse?—Le pregunté mientras movía mis manos nerviosa, quería tirármele encima.

—Sí, ese soy yo—Dijo mientras sus mejillas se llenaban de un rojo hermoso.

—¿Me regalas una foto?—Le pedí llenándome de valor antes de desarmarme—¿Puedo abrazarte? —

—Ahora sí pareces una fan—Dijo mientras se reía y se acercaba para que tomara la foto. Lo abracé por la cintura y tomé la foto.

—¡Mierda! Vivo en el mismo edificio tuyo y tengo una foto contigo y pensabas robarme mi perra—Le dije mientras subíamos al elevador.

—¡No iba a robarte tu perra!—Exclamó a la defensiva mientras se agachaba para acariciar a Quiara.

—Me siento la peor fan del mundo, no te reconocí de espalda y eso que la tengo de fondo de escritorio—Le dije mientras me apoyaba en la pared del elevador esperando que llegáramos al 17.

—Sin duda, eres la peor fan—Contestó mientras volvía a levantarse.

—Cuando te explique todo lo que publico de ti y los comentarios que hacen las otras hermosas latinas te retractarás de lo que dices—Le amenacé con una sonrisa que jamás había regalado a alguien y le di un abrazo fuertísimo antes de salir del elevador.

¡CONOCÍ A TAYLOR LAUTNER!

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