martes, 3 de diciembre de 2013

The End: Tragedia.



Decidí llamar a Taylor.
-Llamada telefónica-

—¡CANDY!—Gritó suspirando tranquilo.

—Si, soy yo… ¿Podrías…?—No alcancé a preguntar.

—Ya voy para allá, cariño—Dijo Taylor y colgó.

-Fin de llamada telefónica-

Soy su cariño de nuevo, sonreí como estúpida mientras caminaba a la cocina y cogía uno de los lonches preparados por Esmeralda. Lo serví en un plato y caminé de nuevo al living. En el camino me topé con el refrigerador y decidí sacar zumo de naranja y cuando por fin llegué al living, encendí el tv y empecé a ver caricaturas mientras comía.

Se me pasaron los minutos y se me acabó la comida, pero me alegré y recordé que mi vida no era miserable cuando sentí los brazos de Taylor rodeándome en un incómodo abrazo. Mis emociones volvieron a cambiar y ahora me sentía de maravilla.
 
—¿Cómo abriste?—Le pregunté mientras me daba la vuelta en el sofá y lo abrazaba fuerte.  
—Sigues dejando la llave bajo el macillo—Contestó mientras me daba un beso, lo seguí indecisa y cuando lo finalizamos, solté una risita.
—Apesto a lonches—Murmuré mientras Taylor sonreía y me daba otro beso.

—Sabes más delicioso—Susurró mientras acariciaba mi rostro… olvidé por completo que estaba cabreada con él.

—Por cierto, ¿Cómo sabías que dejo una llave ahí?—Pregunté arrugando la frente.
 
—Es fácil sacarle algunos secretitos a Makena—Dijo dándose aires de grandeza. Menos mal no se lo contaba todo.
—¿Ya estás contenta o todavía estás enfada conmigo?—Me preguntó de la manera más tierna de este mundo.

—Pues ya estoy de buen humor… tomar aire me relajó mucho, hasta te extrañé—Sonreí—Creo que debes tener hambre… vamos a la cocina y te comer unos lonches mientras yo guardo otras cositas para que no se dañen—Lo arrastré a la cocina y le serví el par de lonches calientes. Saqué unas bolsas y metí toda la comida que estaba en el refrigerador.

Observé a Taylor comer y luego me ayudó a llevar todas las bolsas al auto. Estaba exhausta y no tenía ganas de hablar… deberíamos comentar aquello de lo que teníamos que pensar y llegar a algún acuerdo, pero este no sería el momento, me sentía tan mal como si me hubiera pasado toda una tarde haciendo ejercicio y caminando. Pero era demasiado obvio que Taylor no se sentía igual…

—¿Qué has pensado?—Preguntó y yo no quise responder—¿Con quién estabas?—Volvió a preguntar y esta vez no se tomó el tiempo de esperar una respuesta—¿Tu hiciste los lonches? ¿Viste a mi hermana? ¿Has vomitado mucho?
 
—¡Despacio, señor desesperado!—Exclamé mientras levantaba las manos—No quiero hablar—Murmuré mientras miraba a la ventana.
—¡¿Ahora resulta que no quieres hablar?! ¡Grandioso!—De repente había empezado a gritar—¿QUÉ ESTA MAL CONTIGO?

—¡NADA ESTA MAL CONMIGO! ¡NADA!—Le devolví el grito—¡SOLO QUE EL IDIOTA QUE AMO ES UN COMPLETO IDIOTA! ESTOY EMBARAZADA Y TODOS ME JUZGAN
 
—¿Soy un idiota? ¿SOY UN PUTO IDIOTA, CANDY?—Me gritó Taylor y no lo vimos venir. Se pasó un semáforo en rojo y todo lo que podía oír eran los estridentes cláxones y gritos. Taylor maniobró para chocarse con un autobús, pero luego sentí un camión de basura besándome las narices.
No sentía nada, solo gritos, cláxones, más gritos, lloriqueos, gritos.
 
—Perdóname—Susurró Taylor cuando sentía que me iba.


POV. Deborah.
 
El teléfono repicó, levanté mi cabeza con asombro y miré el reloj de la mesa de noche. Eran exactamente las 00:50. ¿Quién llama a esta hora? Miré a mi marido y ni siquiera se había movido, ¡Qué buen sueño!  
Me arrastré hasta el corredor donde estaba el teléfono más cercano y por fin logré que dejara de repicar.
-Llamada telefónica-

—¿Diga?—Mi voz salió ronca y fea.

—¿Quién es?—Preguntaron al otro lado.

—¿A quién busca?—Pregunté de vuelta ya haciendo mala cara. No podía creer que se haya equivocado.

—A la madre de…—Se demoraron en seguir—Taylor Lautner—¿Qué pasa?
 
—Es mi hijo, ¿Me puede decir qué es lo que sucede?—Pregunté ahora sorprendida y mi corazón empezó a latir muy deprisa, algo estaba mal.
—La necesitamos ahora mismo en el UCLA Medical Center, Santa Mónica. Su hijo ha tenido un fuerte accidente y ha fallecido—Mi grito desgarrador despertó a Makena y a Daniel. Mi hijo… mi hijo. Lágrimas aterradoras corrían por mis mejillas y no me sentía capaz de hablar. ¡MI HIJO! —Señora, necesito datos de su acompañante, Candy Bluewood. ¿Cómo puedo dar con sus padres? —¿Qué esa vieja no tenía corazón? ¡Me está hablando de mi hijo!
Daniel me miró aterrorizado y cogió el teléfono.  
—¿Candy Bluewood? ¿Qué ha pasado con ella?—Preguntó sorprendido—¡¿Muerto?!—Estaba pálido y comenzó a temblar—Pues somos responsables de la niña—Su voz se quebrantaba y el vacío que sentía dentro de mí no me iba a dejar vivir—¿Muertos los dos?—La voz de Daniel empezaba a fallar—Si… ya vamos—Pudo decir antes de estrellar el teléfono contra la pared.  
-Fin de llamada telefónica-
—Mi hijo—Susurré entre llando—¡MI HIJO!—Gritaba mientras me desplomaba sin encontrar un motivo para seguir viva. Daniel se arrodilló y me encerró en sus brazos mientras sentía como sus lágrimas mojaban mi cabello—Mi hijo—Volví a murmurar mientras me apretaba más a mi esposo y lloraba… lloraba a gritos.

Makena llegó donde nosotros y nos abrazó, de algún modo, la acosté en mis piernas mientras escuchaba el sollozo de todos… el dolor… la ausencia de mis otros brazos fuertes favoritos, mi hombrecito.

—Se ha ido mi hijo—Sollocé mientras apretaba más a Makena.

—Yo nunca te dejaré, madre—Me alentó Makena entre lágrimas y luego explotó en llanto queriendo a su hermanote.

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