domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 2: Baldwin tiene apellido.



Capítulo 2: Baldwin tiene apellido.

De repente me vi interesada en saber qué estaba haciendo Baldwin en la clase de Trigonometría. Me sorprendí a mí misma observándolo mientras movía el lapicero entre sus largos dedos con tal gracilidad que me resultaba envidiable. ¿Cómo puede alguien moverse de esa manera? Sus ojos se encontraron con los míos, sus hermosos ojos kriptonite disparaban llamas en mis ojos grises; quitándome el derecho de parpadear. Hipnotizándome.

—Bueno, señores—¡Maldito maestro de quinta! Apagué la llamarada entre la mirada de Baldwin y yo casi que obligada. ¿Qué pasó?—Hoy el negocio empezará así—Odio cuando empieza hablando de negocios como si aquí pudiera negociarse algo—Llamaré a lista y empezaré con la clase de corrido, quieran o no—Que empiece mi tormento. Como siempre, observé el reloj, eran las 6:00 a.m y mi tormento duraba hasta las 8:00 a.m.

Mientras el Sr. Negocios empezaba con el listado dejé mi vista fija en el reloj y para mi gran frustración ni los segundos veía pasar. Esta clase era mi perdición y no hablo de mi perdición soñada y añorada, esta perdición me daba asco. Apenas iba en la letra K, pero entonces, ahí estaba él—Baldwin Kofman—Habló el Sr. Williams, mi mirada se dirigió al chico raro y éste alzó su brazo observando su libro de…¿Nicole Jordan? ¿Erotismo? ¿El apellido de Baldwin es Kofman? ¿De dónde es el chico raro? Tantas preguntas que no salían a flote porque no me permitía una humillación más por el amargado Baldwin…Kofman. Estaba cansada de ser la buena y que él me hiciera sentir como mala, como dañina, como… irresistible.  Pero de nuevo, lo estaba observando, estaba observando cómo deslizaba sus dedos en las puntas de las hojas y me sorprendía a mí misma queriendo tocar aquellas superficies que él estaba tocando. Su mirada, sus ojos… su… ¡Es el chico más idiota de mundo! No deja que yo le brinde mi amistad, no complace mi curiosidad y no deja de mirar a las chicas como si fueran algo comestible, algo irresistible.

De repente ladeó su cabeza en mi dirección y me encontró observándolo. Mis mejillas tornaron su rosa pálido, dejando ver que me había pillado con la guardia baja. Y ahí estaba de nuevo las llamaradas en su mirada, hipnotizándome, haciéndome sentir acorralada y desesperada queriéndolo tocar, sentir su perfecta piel.

—Ayleen Marshall—¿Qué tiene su piel? ¿Qué marca es su suéter azul oscuro?—Ayleen Marshall—Me gritó el Sr. Williams y siendo obligada, de nuevo, aparté la vista de Baldwin y miré al Sr. Negocios.

—¿Qué desea?—Le pregunté en tono grosero y palabras amables.

—Si usted no contesta le pongo la falta y nada de lo que usted haga hoy en clase tiene porcentaje para los exámenes bimestrales—¿Cómo podía decir algo así?

—¿Por qué quiere que le conteste si sabe que estoy aquí? ¿No cuenta con que le alce mi mano?—¿Qué se enamoró de mi para hacerme la vida a cuadritos?

—Usted decide, o pierde esta ayuda que les estoy brindando con el porcentaje o dice presente—¡Sr. Negocios de mierda!

Bufé—Presente—Apreté mi mandíbula y empecé a garabatear ojos avellanas inspirando sensualidad, hipnotizándome.

 —¿Alguien es capaz de hallar el seno, coseno y tangente de los ángulos a y β?—Preguntó Sr. Williams en un tono demasiado alto haciendo que mi garabato dejara de tener sentido—¿Nadie?—Habló de nuevo con su irritante voz. ¿Quién iba a contestarle? Se podían sentir el cantar de los pájaros en la pradera de afuera como si tuvieran micrófono por el silencio que había en el aula. Sin exagerar, podíamos escuchar las clases del aula de al lado—Y si negociamos porcentaje por participación en clase, ¿Así tampoco?—Preguntó por tercera vez y me imaginaba el sonido de los grillitos aguantándome la risa.

—Srta. Marshall, ¿Puede hallar esto?—Me preguntó señalando el tablero. ¡¿Qué he hecho para merecerme esto?! Por dentro estaba llena de drama y mi  silencio era absoluto, sólo dejaba mi mirada permanente en los suyos—¿No?—Odioso de… suspiré—¿La chica que sabe más que el maestro no es capaz de hallar el seno, coseno y tangente de este ejercicio?—Seguía con sus burlas y aviento encima de él, lo he dicho y no lo repito. Apreté mi mandíbula de nuevo y agarré el lapicero con mayor fuerza.

—Yo lo haré—La voz ronca de Baldwin me sorprendió a mí tanto como a toda la clase y hasta al Sr. Negocios. De la forma más grácil que haya visto se levantó de su lugar y caminó en dirección al Sr. Negocios quitándole la tiza de los dedos y mirándolo como si fuera menos que él. Dándole su merecido. ¡Bien hecho, chico raro! Exclamaba mi subconsciente emocionada, pero mi rostro seguía inescrutable, sin decir nada.

Observé cómo Baldwin resolvía el ejercicio de la manera correcta. Haciendo lo que hubiera hecho yo, lo que no hice por rebeldía con aquél estúpido maestro que no acepta los errores que comete y que para más, irradia odio hacía mí. Cuando Baldwin terminó arrojó la tiza en el escritorio del Sr. Williams y cuando estaba a punto de apuntar algo en la planilla le susurró algo al odio. No pude leerle los labios, habló demasiado rápido para mi velocidad de entendimiento y el maestro Negocios se quedó sorprendido, pero al parecer, hizo lo que Baldwin le pidió. De igual forma, éste fue a sentarse y a seguir leyendo su misterioso libro de Nicole Jordan. ¿Qué hace un hombre leyendo un libro erótico creado por una mujer? ¿Por qué Baldwin estaría leyendo algo así?

Por fin sonó la campana y me levanté de la silla como si no hubiera mañana, para salir disparada hacia mi Chevrolet Sonic. Cancelaron las clases del resto de la mañana y podría llegar a dormir, a estar con mi cama. A cumplir mi publicación de “Amo mi cama”. Quité la alarma y antes de entrar al auto tiré el bolso en el asiento de copiloto. Cuando iba entrando a mi auto el ronroneo del Porsche GT de Baldwin me desconcentró y me irritó. Siempre tan ostentoso. Entré en mi auto y puse marcha a mi casa, sin dejarme estresar por las congestionadas avenidas de New York abrí mi bolso y saqué una barra de chocolate mientras le subía el volumen a Brutal Love de Green Day y la cantaba a todo pulmón. Logrando algunas quejas de los autos que estaban atascados en el mismo trancón. Pero en este país hay libre expresión y yo les puedo romper los tímpanos cuando se me pegue la gana.

Cuando llegué a casa mis padres ya se habían ido a trabajar y la casa quedaba para mí, podría hacer todo lo que quería, pero ahora lo que más deseaba era dormir. Me dirigí a mi cuarto y me tumbé en el desorden de mi cama, en segundo logré conciliar el sueño y los llameantes ojos kriptonite me perseguían.

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