martes, 19 de febrero de 2013

Introducción.


¿Cómo es posible que el agua y el aceite puedan estar tan unidos como lo está viviendo Ayleen y Baldwin?

Ella es calor y él es frío; ella es armoniosa y él es salvaje; ella es la cálida luna que ilumina sus propias noches y él es el sofocante sol que quema todo a su paso, el sol que hiere la hermosa luna; ella es agua y él es aceite.

Gracias al director de la preparatoria Ayleen y Baldwin son obligados a permanecer seis horas en un cuarto realmente solo y abandonado, nadie los supervisaban ni se preocupaban por ellos. Los tenían tan olvidados que ellos tuvieron que escaparse en la noche cuando todos ya se habían ido.

Ayleen odiaba al director por haberla metido allí, sólo porque le habló en un tono fuerte al profesor de trigonometría. Ella no tenía la culpa de que sus ojos hayan llameado en los ojos del profesor; ella no tiene la culpa de que Baldwin se haya llenado de rabia por la reacción del Sr William y hubiera querido darle un buen puñetazo. ¡Ella odia al extraño Baldwin!

Lo que nunca se imaginaba Ayleen era la extraña conexión que sentía allí encerrada con Baldwin y la excepcionalidad con la que se estaba portando éste. Ayleen no pensó invitarlo a su casa en las noches y quedarse hasta el amanecer haciéndose cosas prohibidas entre el bien y el mal. Dejarse llevar por la pasión y el erotismo que percibe de Baldwin.

Todo esto los lleva a algo, a la desgracia de luchar por su inexplicable amor y que Ayleen deje de ser cálida y… de algún modo, humana. Esto es un juego entre el bien y el mal; entre el amor y el placer; entre quién pierde y quién gana.

Aunque aquí, los dos pierden por el juego al que se volvieron adictos: Estar juntos.

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